En efecto, para nadie es un secreto que en el seno de la socialdemocracia internacional* contemporánea se han formado dos tendencias cuya lucha ora se reaviva y levanta llamas ora se calma y consume bajo las cenizas de impresionantes resoluciones de armisticio. En qué consiste la nueva tendencia, que asume una actitud crítica frente al marxismo viejo, dogmático, lo ha dicho Bernstein y lo ha mostrado Millerand con suficiente claridad.
La socialdemocracia debe dejar de ser el partido de la revolución social para transformarse en un partido democrático de reformas sociales. Bernstein ha apoyado esta reclamación política con toda una batería de nuevos argumentos y razonamientos concertados con bastante armonía. Se ha negado la posibilidad de basar el socialismo en argumentos científicos y demostrar que es necesario e inevitable desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia; se ha refutado la miseria creciente, la proletarización y la exacerbación de las contradicciones capitalistas; se ha declarado carente de fundamento el concepto mismo de objetivo final y rechazado de plano la idea de la dictadura del proletariado; se ha denegado que haya oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo, se ha rebatido la teoría de la lucha de clases, afirmando que es inaplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.