1. La industria político-mediática:
El primer elemento que debe tomarse en cuenta cuando se hace referencia a los denominados medios de comunicación es que, bajo la sociedad capitalista, estos han sido constituidos como verdaderas industrias que no sólo tienen como finalidad obtener ganancias económicas para sus dueños, sino también beneficios políticos-ideológicos.
Esta industria político-mediática no está puesta al servicio de la comunidad, del pueblo, de la clase trabajadora como constantemente se repite. Por el contrario, está al servicio de los detentadores del poder, es decir del imperialismo norteamericano y europeo, en primer lugar, y luego de las oligarquías criollas, la burguesía, los terratenientes y la iglesia de los ricos. Estos sectores tienen como propósito lograr, sutil o abiertamente, según sea el caso, imponer sus ideas, su concepción del mundo, sus valores, su cultura; es decir, su ideología.
El mundo que ellos presentan a través de los medios no es real. Este está, a decir de Marx, invertido para ocultar lo que sucede realmente, lo que es objetivamente verdadero y cierto. Su objetivo es crear en la mente de las personas una imagen positiva del capitalismo al que se presenta como un mundo fantástico, idílico, donde todas y todos gozan de las mismas oportunidades y por lo tanto donde no existen contradicciones sociales. Los males que hay en cada sociedad no son, por lo tanto, el resultado de esas contradicciones, sino de las actitudes individuales de seres inadaptados, disfuncionales o surgen por el bajo nivel de desarrollo evolutivo del capitalismo o aparecen porque la naturaleza provoca o determina que esos hechos se den.
Para lograr la fabricación del consenso y la aceptación de lo que ellos proponen, utilizan un sinnúmero de mecanismos que apuntan a las instancias a-reflexivas y pre-reflexivas de las personas con el objetivo de hacerlas presas fáciles de la manipulación. Goebbels decía que una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad. La industria pondrá a su servicio a psicólogos, educadores, cientistas sociales, publicistas, relacionadores públicos, politólogos, matemáticos, curas, astrólogos, modelos para posibilitar el objetivo trazado: que las personas, en general, asuman como suyo el discurso de los poderosos. Santiago Alba Rico dice que lo peligroso es que ésta información se vuelva creíble para la gente.
Parte de esta estrategia consiste en llevar adelante lo que se denomina como guerra psicológica de baja intensidad, en la cual se utilizan todo tipo de recursos políticos, militares, económicos, ideológicos, culturales, informativos y propagandísticos para imponerse sobre las fuerzas revolucionarias, como lo explica Francisco Sierra Caballero.
En la década de 1980 el gobierno norteamericano, el Pentágono y la CIA diseñaron el proyecto Santa Fe II, en el cual se traza como uno de sus objetivos el ganar la guerra a sus enemigos en el plano cultural. Sus adversarios, obviamente, son las fuerzas progresistas, socialistas, de izquierda, en armas o no.
Los neocons estadounidenses están conscientes de la necesidad de extender el conflicto al plano cultural. Eliades Acosta Matos cita a Irving Kristol, uno de los fundadores del neoconservadurismo, quien señala que es en el terreno de la cultura y las ideas donde se decide el futuro del sistema. Para él es de vital importancia el desarrollo de la denominada cultura de masas o cultura popular, la cual debe ser estimulada por todos los medios posibles y la manera más eficiente de lograrlo, dice, es fomentando el individualismo egoísta.
Un segundo elemento que es importante para el análisis del papel que la industria mediática cumple en defensa del sistema capitalista, es el estudiarla en su totalidad y no sólo como un instrumento para la difusión de noticias acorde a los intereses de los grupos de poder. En muchos casos, cuando se investiga sobre el rol de los medios desde posiciones de izquierda, se tiende a priorizar el estudio de las informaciones relacionadas con temas estrictamente político-económicos, dejando de lado otros elementos que forman parte de la producción realizada por las industrias mediáticas. No se puede omitir esto, puesto que en lo que los medios producen y presentan al público en su totalidad, se introducen elementos para alienar, domesticar y así evitar el razonamiento crítico. Así por ejemplo, películas, novelas, comics, series de todo tipo producidas principalmente en los EEUU, aunque no solo allí, fomentan el consumismo, desvalorizan a las personas por lo que realmente son y exaltan a quienes más poseen, convirtiendo a los seres humanos en mercancías, en fetiches. Cuando se hace referencia a la gente pobre, de escasos recursos, se lo hace desde una visión puramente sentimental o moralista. Lo que no se dirá es que es el sistema capitalista el que condena a la mayoría de la humanidad a vivir bajo esa situación debido a la explotación y a la apropiación ilegítima de los bienes en unas pocas manos.
Estos son síntomas de una cultura que, a decir de Alan Woods, está en plena decadencia. El imperialismo, el sistema capitalista, la burguesía a nivel mundial no pueden ofrecer nada positivo a la humanidad y, en concreto, a la clase trabajadora. Eso se refleja en la generalidad de producciones de la industria mediática donde priman el misticismo, la vulgaridad, la banalidad, la mediocridad y donde la forma, constantemente, se superpone como elemento principal frente al contenido.
2. La industria político-mediática frente a los procesos de transformación social en América Latina:
¿Cuál ha sido el papel de los medios ante los cambios revolucionarios que América Latina ha vivido en la última década?
El primer elemento que se debe tomar en cuenta es el que hace referencia a la propiedad de los medios en Latinoamérica. Son los grandes capitalistas, las oligarquías vende patrias quienes tienen en su poder a la industria político-mediática que, como es lógico, ha sido puesta al servicio de sus intereses. En Venezuela, por ejemplo, el poderoso grupo económico de la familia Cisneros tiene bajo su control diversas estaciones de radio y televisión; en México, los millonarios Emilio Azcárraga y Carlos Slim son quienes controlan los medios y las telecomunicaciones en ese país; en Ecuador, sectores vinculados a la banca son los poseedores de los principales medios televisivos y de prensa; en Colombia, la familia Santos controla fundamentalmente la prensa de ese país.
El discurso mediático está determinado precisamente por esa apropiación ilegítima de los medios. El ser social, las condiciones materiales de existencia determinan la conciencia, señalaron Marx y Engels. Y si América Latina vive una situación revolucionaria en la que los pueblos están construyendo su destino con sus propias manos, a decir de León Trotsky, afectando los intereses del imperialismo y las burguesías lacayas, es evidente que a través de las industrias mediáticas capitalistas se satanicen, se estigmaticen y se condenen las luchas sociales a las que se las descalifica señalándolas como acciones de terroristas, de criminales basados en ideas obsoletas, anacrónicas y peligrosas para la humanidad.
Un segundo elemento tiene que ver con la libertad de expresión.
¿Existe en los países capitalistas de América Latina la libertad de expresarse abiertamente? Sí. Pero para aquellos que tienen en su poder los medios necesarios para dar a conocer lo que ellos construyen como la realidad. Al elemento tecnológico además hay que añadir el elemento jurídico, puesto que sólo ellos son los beneficiarios de un régimen legal que, elaborado por esos mismos grupos de poder, no va a reprimir sus ideas porque no afectan al orden establecido. La clase trabajadora y sus organizaciones revolucionarias no gozan de libertad de expresión porque no poseen la tecnología, ni tienen las garantías legales para no ser perseguidas o reprimidas por sus ideas.
Por ello es que frente a los cambios revolucionarios que se están dando en Latinoamérica que, en cierta forma, están posibilitando una transformación de estas circunstancias, el imperialismo y las oligarquías criollas no hacen sino expresar su rechazo furibundo. Para ello acuden, como en la época del nazifascismo, del macartismo o de las dictaduras militares en el cono sur a la utilización del miedo, del terror, del racismo para paralizar o amedrentar a la población.
Los detentadores del poder en la sociedad capitalista ya no sólo ven en peligro la credibilidad que forjaron a fuerza del engaño a través de la industria mediática, sino que ven, más que todo, en serio peligro la existencia del sistema y de su propia clase. No les queda, como es obvio, más que incrementar sus ataques contra quienes ponen en peligro su supervivencia. Esa es la razón de los ataques rabiosos en contra del presidente Chávez en Venezuela o de Evo Morales en Bolivia, así como las agresiones permanentes que, desde el triunfo de la revolución en 1959, sufre el régimen cubano. De igual manera estos ataques, que forman parte de una bien estructurada campaña propagandística, están dirigidos contra las organizaciones revolucionarias en armas o no en América Latina a las que califican de terroristas como las FARC en Colombia, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, los cocaleros en Bolivia, los piqueteros en Argentina, la clase trabajadora organizada en todo el continente que ha empezado a tomar las fábricas capitalistas bajo su control.
La estrategia de los medios no sólo consiste en atacar mediante descalificaciones y falsificaciones a las fuerzas revolucionarias.
Falsimedia, término acuñado tras el golpe de Estado mediático orquestado contra el presidente Chávez en abril de 2002, se ha dedicado a fabricar personajes u organizaciones a las que se les ha dado la imagen de contestatarias e incluso progresistas frente a los presidentes, gobiernos y movimientos que han posibilitado la transformación del orden social capitalista vigente en América Latina. Así, se exaltan las movilizaciones de los estudiantes de las universidades privadas en Venezuela y se pone énfasis en las intervenciones de sus dirigentes estudiantiles ocultando que detrás de todo ese movimiento está la mano de la CIA y de organizaciones políticas de la derecha europea expertas en este tipo de acciones, las mismas que fueron puestas en ejecución en Europa Oriental a través de las denominadas revoluciones de colores, tal como se ha denunciado en el documental del periodista David Segarra Soler: Nuevas caras, el mismo objetivo y en las diversas investigaciones realizadas por Eva Golinger.
En el caso de Bolivia los medios ponen énfasis en las acciones de la oposición separatista, con el propósito de presentar al gobierno de Evo Morales como débil y carente de respaldo popular. No se señalan las características del movimiento opositor, el mismo que en forma abierta ha expresado odio racial y conductas de carácter fascistoide. Ocultan las raíces del conflicto y en forma hipócrita hacen un llamado a la paz, al diálogo, al consenso, posturas típicas de la moral burguesa para ocultar las contradicciones sociales, la lucha de clases.
Los medios en Colombia tienen como objetivo principal el presentar la imagen de un país cansado, harto de la guerrilla, principalmente de las FARC-EP. Las causas que originaron el conflicto colombiano no se explican, la violencia institucional del Estado comandado hoy por el gobierno del narcoparamilitar de Uribe, la intervención gringa, los asesinatos cometidos por los paramilitares no son dignos de ser investigados o expuestos en los medios tal y como se hace con cada una de las acciones de las FARC-EP, muchas de las cuales incluso son inventadas por el aparato de propaganda del Estado colombiano. Basta con recordar el extraordinario manejo que se hizo en los medios sobre la salud de Ingrid Betancourt, hoy desmentido por la propia realidad.
A los constantes ataques contra la Revolución cubana, se añade el hecho de que los medios al servicio de la contrarrevolución y de las mafias de la gusanera de Miami resalten la actividad de los llamados disidentes, que no son sino mercenarios a sueldo del gobierno yanqui, como es el caso de las famosas damas de blanco, entre las que se encuentra la anexionista Martha Beatriz Roque. Asimismo se ha ensalzado la imagen de la bloguera Yoani Sánchez, una muchacha que ha recibido un sinnúmero de premios fomentados por organizaciones españolas y empresas multinacionales, principalmente. No se investiga sobre su condición, su forma de vida, su concepción política sobre los problemas de América Latina y el mundo. Basta con que despotrique contra la tiranía castrista para tener acogida en los medios y recibir provechosos galardones.
3. Organizarse, luchar y concienciar a las masas:
Cuando se hace un estudio sobre la industria mediática desde una perspectiva marxista, lo primero que se debe tomar en consideración son las condiciones materiales de existencia que rigen en una sociedad, puesto que no son los medios los que determinan el acontecer social, sino que son precisamente esas circunstancias las que hacen que en un contexto específico se expresen con más o menos fuerza tales o cuales ideas a través de diversos mecanismos como la familia, la escuela, la iglesia y, por supuesto, los medios. Marx y Engels lo dijeron claramente: son las condiciones materiales de existencia las que condicionan en última instancia a la superestructura ideológica. Los seres humanos hacen su propia historia, pero no a su libre arbitrio, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado, explicó Karl Marx.
¿Por qué es importante este señalamiento?
Generalmente se piensa, incluso desde una perspectiva revolucionaria, que para cambiar la situación descrita a lo largo de este trabajo es necesario desarrollar y construir nuevos medios de comunicación, con contenidos diferentes, dejando de lado el hecho más importante que es la lucha contra el sistema en su totalidad y fundamentalmente contra las condiciones materiales que posibilitan el sostenimiento del sistema capitalista.
En consecuencia, como señala Iñaki Gil de San Vicente, la tarea principal de los individuos y de los colectivos sociales que le hacen frente al capitalismo es la de autoorganizarse, concienciarse políticamente y luchar efectivamente para transformar el sistema y lograr la derrota de la burguesía y del imperialismo a nivel mundial.
Como parte de esta lucha es necesario minar, desde dentro, las bases que sostienen a este oprobioso y anacrónico régimen, creando, entre otras cosas, espacios en los que los colectivos sociales, mediante la apropiación revolucionaria de la técnica y la tecnología, puedan desarrollar medios a través de los cuales, con calidad y belleza, se expresen mensajes y contenidos diferentes a los que hoy propone la industria mediática.