Así de claro le clavó este deseo Chávez a Obama en el primer contacto físico entre el nuevo emperador norteamericano y el dirigente revolucionario venezolano. Los hechos se desarrollaron el 17 de abril en el Caribe durante la V Cumbre de las Américas, un evento que nadie quería acoger en su territorio, y que finalmente se realizó en Trinidad y Tobago.
La profunda crisis económica de los EUA coincide con la mayor pérdida de legitimidad y desprestigio a escala mundial que padece Washington desde la guerra que perdió en Vietnam hace poco más de treinta años.
Las brutales políticas aplicadas a hierro y fuego en la era Bush Jr. no sólo constataron su ineficacia, como también la perdida de autoridad y el incremento de las posiciones antiimperialistas en buena parte de los pueblos.
En declive inexorable como potencia-mundo, enormemente preocupada por los datos macroeconómicos que confirman una recesión similar o mismo superior a la de 1929, sin avances significativos en la desesperada apropiación por la fuerza de los recursos energéticos y minerales de Iraq, com el grueso de las fuerzas militares estancadas en los campos de batalla del continente asiático, las élites norteamericanas optaron por introducir cambios radicales en su deteriorada imagen.
Las buenas declaraciones de intenciones responden basicamente a la urgente necesidad de ganar tiempo y recomponer fuerzas.
No es por acaso que en las etapas más convulsas de las políticas imperialistas, cuando son visibles los síntomas de su vulnerabilidad y debilidad, el complejo militar-industrial opte por situar en la Casa Blanca a una paloma.
En este caso, tras una década de guerra interminable contra los pueblos y el conjunto de la humanidad, era imprescindible optar por un recambio radical. El antipático e ignorante cowboy, que tan bien defendió los intereses de las grandes compañías petroleras y de las fracciones de la gran burguesía yanqui vinculadas com la industria energética y militar, estaba agotado, quemado en su acepción popular.
A nivel interno, un mayor empobrecimiento de las masas populares, la proletarización de sectores de las clases medias, y el incremento de las diferencias sociales, es tan preocupante como el odio generalizado que a pulso ganaron en las genocidas campañas militares implementadas a partir del trío de los Açores.
Estados Unidos es un gigante com piés de barro. Para perpetuar el imperio, necesita continuar manteniendo una indiscutible hegemonía militar. Pero para poder alimentar los gastos de la maquinaria bélica que permite asegurar el saqueo de los pueblos es necesario victorias rápidas y poco costosas. Ni en Iraq -apesar de los avances experimentados-, ni en Afganistán, y mucho menos en Colombia, son visibles.
Ya que no funciona la política del palo, optemos por reforzar la de la zanahoria.
Um presidente mestizo -aunque se opte conscientemente por calificarlo de negro- de fácil sonrrisa y discurso aparentemente dialogante y progresista, es la mejor opción para una etapa turbulenta y compleja en la que lo que se precisa es alguién con mano izquierda. Así aparece Barack Hussein Obama, el primer presidente negro de los Estados Unidos.
Con esta jugada de simple imagen, pero sumamente eficaz, Washington no introduce ningún cambio en la esencia depredadora de su naturaleza intrinsecamente imperialista. Tampoco podría hacerlo, pués sería apostar por el suicidio y las oligarquías nunca optan por esta alternativa. Se trata de aplicar un maquillaje que facilite continuar haciendo lo mismo sin que se note tanto. ¡Y de cosmética los yanquis saben mucho! Hasta aquí nada nuevo. Esta receta ya fué aplicada en otras etapas.
Para evitar una convulsión social de incalculables consecuencias, Franklin D. Roosevelt (1933-1945) aplicó políticas intervencionistas, el New Deal; posteriormente para superar los traumas y la desvertebración social de la humillante derrota frente al Partido Comunista Vietnamita y la lamentable situación de las arcas estatales, Jimmy Carter (1977-1981) suavizó las formas de la política exterior; mas recientemente Bill Clinton (1993-2001) cumplió un papel semejante tras la era del neoliberalismo salvaje de Reagan y Bush padre.
Estamos pués ante una maniobra ya ensayada con relativo éxito. Por este motivo, no podemos caer en la ingenuidad de pensar que Obama va a cambiar las estrategias imperialistas que de forma sistemática vienen aplicando los Estados Unidos desde que su tercer presidente, Thomas Jefferson, proclamó que eran el Imperio da libertad, creando el cuerpo de marines estrenado en el norte de África en 1801.
Obama no quiere, ni tampoco podría, alterar los parámetros de las políticas norteamericanas pués sería la sentencia a muerte del imperio, sería acelerar su declive.
Lo que sí pretende es generar un nuevo clima sociopolítico que progresivamente haga olvidar la era Bush para así poder recomponerse en el objetivo de hacer frente a las grandes amenazas que hacen peligrar su hegemonía a escala mundial. Las enormes contradicciones generadas por la división internacional del trabajo impuesta por el capitalismo global y la crisis ecológica que amenaza la sobrevivencia planetaria no tienen solución en este modo de producción. El capitalismo es el responsable. Obama y su equipo lo saben. Pero aún así el va continuar explotando los pueblos y las clases trabajadoras para perpetuar un sistema basado en las desigualdades, cuya fecha de caducidad está próxima, aunque aún pueda resistir muchas décadas.
Estamos convencidos que el presidente Chávez es consciente que Obama va a continuar aplicando políticas intervencionistas y neocoloniales en América Latina y el Caribe, que va a continuar manteniendo el bloqueo criminal contra Cuba, apoyando economica y militarmente el régimen fascista de Uribe, promoviendo la desestabilización de Evo en Bolivia, apoyando la oligarquía golpista venezolana. Pero tampoco va a cambiar su veto en la ONU respecto a los derechos inalienables del pueblo palestino, ni retirar su incondicional apoyo al régimen terrorista de Israel; y mucho menos alterar la condena a la inanición, enfermedades y conflictos bélicos promovidos por las multinacionales y las potencias imperialistas en África.
Sería un error de apreciación dejarse seducir tan facilmente por las enormes dosis de cinismo y fluor que caracterizan las intervenciones públicas y los buenos deseos del presidente de los Estados Unidos.
Este cambio de estilo y de formas es coyuntural, pues antes o después va a verse obligado a emplear con contundencia ese puño invisible que acompaña permanentemente la mano invisible del mercado en palabras de Tomas Friedman.
De todas formas, hay que asumir que puede perjudicar la acumulación de fuerzas anticapitalistas y antiimperialistas en el área, así como en el conjunto del planeta.
Los seres humanos, por naturaleza, procuramos la conciliación y el acuerdo, huimos del conflicto y del enfrentamiento, optamos por aguantar y postergar batallas. Todo el mundo aplica esta filosofía en su vida diaria. En las dinámicas de los pueblos y de las clases sociales acontece lo mismo.
Flaco favor a la emancipación y liberación sería procurar una aproximación con el enemigo porque ahora situó un jovial, dialogante y simpático hombre de color a la cabeza de un imperio criminal con el que no se podría negociar más que su desmantelamiento. Este nunca se va a producir más que por la combinación de la lucha antiimperialista a escala global con la lucha de clases interna que emanarán de las contradicciones crecientes por su cada vez mayor debilidad a la hora de imponer el espolio y el saqueo de los recursos que ya consumió en su territorio y necesita extraer por la fuerza de los pueblos del mundo.
El sistema capitalista no va a evolucionar, ni va desaparecer por sí, ni va a entregar el poder, la única perspectiva que existe es su derrumbamiento por la fuerza en palabras de Francisco Martins Rodrigues, quien hace ahora un año dejó de estar fisicamente con nosotros.
Obama sabe perfectamente esto. Como también sabe que las políticas magistralmente denunciadas por Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina, el libro que recibió como regalo de Hugo Chávez, deben proseguir en su esencia inalteradas, pués de eso depende no sólo continuar ocupando el despacho oval, también la sobrevivencia del imperio.
Galiza, 21 de abril de 2009