El arte de la guerra (ponencia al SEMINARIO GUEVARISTA INTERNACIONAL)

03.Jun.08    Apuntes para el debate
   

¿Tirofijo fue un soldado, un guerrero, un guerrillero? ¿Qué analogías se pueden encontrar entre el actual ejército colombiano oficial y los zánganos de la antigüedad? ¿Cuál debería ser la estrategia para América Latina?


“¿Dígame usted, qué guerra es humana?, la guerra no hay que humanizarla, hay que acabarla”

Tirofijo (Respuesta a un periodista)

Para la prensa liberal, terrorista es todo aquel que cuestiona el monopolio de la violencia estatal. No se hacen distinciones entre criminales y fuerzas populares armadas. Insistimos, la estrategia consiste en mostrar un choque de soberanías como un problema delictivo, hacer de una confrontación política en un asunto policial.
Pero pensemos por un momento en la historia de este monopolio de la violencia, en sus modos de organizarla. Los estados esclavistas antiguos, por ejemplo, le otorgaban a la aristocracia el monopolio de la violencia en forma tal que el mismo propietario, en cuanto miembro de la comunidad de propietarios-ciudadanos, era directamente el que debía hacer uso directo de las armas por lo que, al mismo tiempo, era un “guerrero” que debía reunir toda una serie de virtudes heroicas que luego serán retomadas, modernamente, por los fascistas de orientación nietzscheana. Más, el proceso de disolución de las comunidades antiguas. El desarrollo de las relaciones de propiedad y, con ello, la separación cada vez más acentuada entre el poder material de los propietarios y el poder político-militar, ira dando paso, también, al reemplazo del guerrero por el soldado, básicamente a partir del reclutamiento de zánganos. Y así, con la asalarización del arte de la guerra, las virtudes guerreras del pueblo (de aristócratas esclavistas) en armas irán dando lugar a la ferocidad de los mercenarios a sueldo. Esto, será un punto que Nietzsche también lamentara a la hora de criticar a la burguesía moderna como clase dominante. No hablaremos aquí sobre caballeros andantes, condotieris ni nada de eso, solo queríamos rastrear la diferencia originaria entre soldado y guerrero, pues nos parece significativa para comprender la naturaleza de los ejércitos modernos.
Los Estados modernos han reconvertido y mezclado tales modos de organizar la guerra. Establecieron el servicio militar obligatorio de los ciudadanos en general (más allá de las restricciones) y organizaron las castas de profesionales de la guerra a sueldo (la profesionalización en masa de los ejércitos aumenta el peso del aspecto mercenario de los mismos). Entonces, si en la épica antigua nos encontrábamos con el esplendor de las virtudes heroicas de los guerreros antiguos, la aristocracia armada, las tragedias modernas nos muestran las miserias de los mercenarios a sueldo, de la soldadesca profesional. (San Martín y Roca deberían ser comparados también desde este plano. San Martín era un ciudadano guerrero de América y Roca un propietario, sí, pero fundamentalmente un militar. Igual sus figuras son paradójicas, vistos desde un plano así) Y, como se sabe, la soldadesca moderna es un hibrido de nacionalismo ciudadano con lumpenes costumbres (el lumpen moderno es el equivalente al Zángano antiguo) que unidas a la lógica policial del sistema de defensa da un resultado verdaderamente horroroso muy bien retratado por Marx en sus estudios sobre las luchas de clases en Europa.
Pero la historia moderna ha sabido, también, de la organización de verdaderos ejércitos populares, ya en forma de guerrillas, ya en forma miliciana. En este modo de organizar la violencia política, sin embargo, y a diferencia de los guerreros antiguos, ya no se trata de las virtudes heroicas de héroes conservadores, sino de verdaderos revolucionarios (pequeños burgueses o proletarios). Si los revolucionarios burgueses luchaban por el cambio de toda la superestructura política, los revolucionarios proletarios (también, muchas veces de origen campesino o pequeño burgués) luchan por la modificación social y la destrucción de la superestructura oficial. Las virtudes de este nuevo modelo de guerrero, el guerrillero, recuperan entonces la unidad de valores y vida perdidos durante el desarrollo de las distintas formas de organización de lo militar-mercenario. Ese tipo de guerrero ha sido conceptuado por el Che en su “guerra de guerrillas”. A ese tipo de guerrero pertenecía Tirofijo.
Ahora, en Colombia, y en el continente entero, se quiere mostrar a este ya legendario combatiente, y a la organización que comandó, como una agrupación de terroristas. El cobarde militarismo de el Estado moderno nunca ha sido ejemplificado de manera más brutal que en ese estado mafioso, ese estado de Zánganos como lo es el Estado colombiano. Un estado que opone a las virtudes guerrilleras el pago de recompensas por la traición, un Estado que ha organizado sistemáticamente a lumpenes paramilitarizados. Un Estado, absolutamente prostituido y terrorista en su impotencia y, a pesar de todo eso, un Estado que sigue gozando de impunidad ante los medios de información de la prensa liberal. En todo ejército estatal moderno se encuentra agazapado el mercenario a sueldo (el Che lo repetía). En todo Estado moderno la corrupción es la estrategia fundamental de sometimiento. Los ejércitos populares no pueden más que autoeducarse en las virtudes guerrilleras y resistir con dignidad combatiente los embates físicos y morales de esta brutal maquinaria de opresión política. El guerrillero, puede poseer todas las miserias personales que se quiera. El asunto es si la organización guerrillera, ejercito popular, lo eleva o no al escalón de revolucionario. Pues bien, el epígrafe del comienzo nos habla bien del periodista liberal. Ese que a un experimentado jefe guerrillero le hablaba sobre la conveniencia de humanizar la guerra. La respuesta de Marulanda no nos deja duda sobre su escalón de guerrillero popular. En la soldadesca de los zánganos modernos se despliega el negocio del terror, en las guerrillas revolucionarias tienen que desarrollarse en forma superada las épicas cualidades del guerrero antiguo. No es un buen momento, pero la dignidad del odio es una fuerza que no es tan sencilla de eliminar. El odio como factor de lucha, solo puede ser comprendido cuando se comprende la naturaleza de la violencia de los zánganos.
¿Estarán los nuevos comandantes de las FARC-EP a la altura de las circunstancias?. Tal vez. Más lo importante es saber si el movimiento bolivariano entero, a nivel continental, estará a la altura. A nivel continental el momento allendista de tal movimiento parece ser el más conveniente (¿Por cuánto tiempo?. ¿Y Bolivia?) el guevarista se impone, necesariamente en Colombia. Las FARC, sin embargo, despliegan una estrategia como la que pretendía impulsar el PRT-ERP a mediados de los 70’ en Argentina. Apuesta a la consolidación del movimiento Bolivariano antiimperialista, intenta apuntalar en las ciudades las milicias urbanas y el partido comunista clandestino, en fin, toda una estrategia de poder popular (no diremos aquí de naturaleza consejista). Su estructura en ese sentido sigue funcionando (las FARC no son solo una maquina de guerra) y resistiendo las ofensivas del Estado. Estado que militarmente trabaja como en el operativo independencia de Tucumán, al modelo Francés de Argelia, (aislamiento de la guerrilla en la cordillera, cortándole las líneas de suministros, y de apoyo social. Desarrollando el terrorismo en la base campesina) combinado con la táctica sionista de bombardeos “inteligentes” sobre la comandancia de la insurgencia y el uso de tropas especiales. Golpear y desmoralizar (por otra parte, ahora lanzan toda una campaña jurídico-policial contra periodistas e intelectuales de izquierda o progresistas solamente por el hecho de serlo).
Sin embargo, al menos en Colombia, el gobierno no atraviesa su mejor momento político y, esto, lo vuelve más feroz y tenebroso. Acosado por las acusaciones sobre corrupción, sobre sus vínculos con los paras y el narcotráfico. Enfrentando diversas demandas salariales o sociales y, apurado por evitar a toda costa el punto muerto de su estrategia como lo sería en canje humanitario. La prensa liberal del continente no se ocupa de esto, solo hablan de Ingrid y sobre lo mal que la pasa (habría que hablar sobre el sistema penitenciario en general y sobre el colombiano en particular. Los guerrilleros presos). En fin, el Vietnam latinoamericano se ha vuelto un nudo de tremenda importancia en la actual lucha contra el imperialismo.