Carta a las queridas Madres de plaza de mayo

   

Boedo, Buenos Aires, 18 de junio de 2007. Comencé a participar en las marchas de las madres de plaza de mayo en el año 1982, cuando todavía estaban los militares en el poder (yo arañaba la mitad de la escuela secundaria). Además de la hoy ya tradicional consigna de “Ahora, ahora, resulta indispensable, APARICIÓN CON VIDA y castigo a los culpables” recuerdo otro cantito popular de aquellas marchas: “Milicos, muy mal paridos, ¿qué es lo que han hecho con los desaparecidos? La deuda externa… la corrupción… son la peor mierda que ha tenido la nación. ¿Qué pasó con las Malvinas? Que esos chicos ya no están… ¡No debemos olvidarlos… y por eso hay que luchar!”. Acordarme de esas marchas me sigue emocionando y erizando la piel.


En esas épocas las marchas de las madres eran engrosadas por las distintas corrientes de la izquierda (aunque no toda la izquierda iba, había algunas vertientes que las despreciaban acusándolas de “ultraizquierda”). Obviamente no iban Kirchner ni ninguno de los grandes políticos del sistema, llámese gobierno u “oposición”. Tampoco los oportunistas, mediocres y acomodaticios, que recién ahora “descubren” a las madres y se llenan la boca con la palabra «derechos humanos» porque eso gana votos, cuando antes del gobierno K las insultaban y las calumniaban cada vez que podían.

Al año siguiente de aquel 1982, más precisamente la tarde del 30 de junio de 1983, con dos amigos de la escuela (Sebastián B. y Alejandro A.) con quienes estábamos tratando de organizar el centro de estudiantes, por entonces prohibido, fuimos a ver a Hebe para hacerle un reportaje. Pensamos que nunca nos iba a recibir. ¡Nos atendió y nos prestó mucha atención! Junto a Hebe también estaba esa entrañable y pequeña madre llamada Juanita. Les hicimos un montón de preguntas ingenuas e ignorantes. Las madres nos contestaron con paciencia y nos enseñaron lo que estaba pasando. Según nos dijeron, era la primera vez que chicos de la secundaria las entrevistaban. La entrevista, demasiado larga para una publicación estudiantil, quedó mayormente inédita; sólo publicamos un fragmento en nuestra revista La trinchera (su primer número llevó en la tapa al Che Guevara y una estrella roja de cinco puntas; en aquellos años el Che era innombrable hasta para alguna izquierda que hoy le rinde culto). Acabo de incorporar aquella entrevista entera a mi último libro Pensar a contramano: las armas de la crítica y la crítica de las armas, prologado por Osvaldo Bayer, que recién salió de imprenta hace unos meses.

En esa época, a Sebastián lo expulsaron de la escuela, nosotros ya dirigíamos el centro de estudiantes y organizamos una huelga de tres días para forzar su reincorporación. Tomamos la escuela y no entró un solo alumno a clase. Por entonces el diario La Voz, afín a los montoneros, le dio amplia repercusión a la huelga. Toda la izquierda marxista se solidarizó, mientras volanteaba la puerta del colegio. En algunas de esas trifulcas terminamos obviamente en la comisaría, apresados por agentes de civil que nos tenían identificados y nos esperaban a la salida de la escuela. No lo pudimos reincorporar. Pero bueno, ya habíamos tomado contacto con Hebe y las madres.

Pasaron los años. Vino la militancia en la Villa Carlos Gardel, en la provincia de Buenos Aires, bajo el dominio del PJ y del facho Juan Carlos Rousselot, amo y señor feudal de esos territorios de miseria, explotación y exclusión social. Con aquellos compañeros y compañeras del barrio fuimos a mil marchas y movilizaciones, siempre encolumnados con las madres, a contramano de toda la sociedad oficial que garantizaba la impunidad de los milicos y la hegemonía del neoliberalismo en sus diferentes vertientes (radicales o peronistas).

Mientras trabajábamos y militábamos, estudiamos y nos recibimos en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Trabajamos entonces en escuelas secundarias. Siempre, invariablemente, enviábamos a los chicos de la escuela (estatal y pública) del barrio de Haedo a hablar con las madres y hacer monografías sobre los milicos, el golpe de estado, los desaparecidos, la deuda externa, el neoliberalismo. Durante muchísimos años. Los pibes volvían encantados. Les pasaba lo mismo que a nosotros cuando éramos más chicos. Las madres los atendían, les contaban la historia no oficial, la otra historia de nuestro país, la verdadera historia. Incluso, a una de esas camadas de nuestros alumnos secundarios, Hebe les regaló la colección completa del periódico de las madres. Por nuestra insistencia, la bibliotecaria de la escuela los aceptó en la biblioteca escolar pero… los clasificó bajo el rubro: “Subversión”.

Pasó el tiempo. En la Universidad de Buenos Aires publicamos otra revista. Se llamó Dialéktica. Allí, en 1993, tras la caída del muro, en pleno auge menemista y neoliberal, denunciamos el Congreso de Filosofía que en octubre de 1980 los profesores de la carrera de Filosofía de la UBA le armaron al general Videla para legitimarlo ante la opinión pública internacional (mientras gran parte de los compañeros de la facultad estaban secuestrados, torturados y desaparecidos…). Publicamos las actas de ese congreso nefasto y miserable que quería dar, ante la prensa mundial, muestras de “amplitud y tolerancia” en el país de la ESMA y los 30.000 desaparecidos. Incluimos el discurso de apertura del brigadier Cacciatore, gran pensador nacional, y el discurso “filosófico” de cierre del general Jorge Rafael Videla, otro cerebro vernáculo. Y publicamos la lista de participantes y ponentes al congreso de Videla, donde se encontraban gran parte de nuestros profesores “democráticos” y muchas figuras “serias y respetadas” de la cultura argentina… (varios siguen hoy al frente de las cátedras; entre muchos otros participantes se encuentra la primera candidata del ARI y Telerman a las recientes elecciones). La respuesta fue un huracán. Los que trabajábamos en el Instituto de Filosofía perdimos inmediatamente el empleo. Nos amenazaron además con un juicio millonario… Gran parte de la intelectualidad de izquierda se solidarizó. Fui a ver a Hebe y ella, como siempre, estuvo a la cabeza de esa solidaridad. No sólo escribió para nuestra revista. Vino además a la facultad en persona, con muchas madres, acompañada incluso de un equipo de filmación, para garantizar que no nos sucediera nada.

Y así siguió la historia. Siempre con las madres, en cada movilización, en cada denuncia del poder, en cada iniciativa contrahegemónica, en cada lucha contra los molinos gigantes del capitalismo y sus personeros criollos.

Y en 1997 vino la cátedra del Che en la UBA, donde logramos aglutinar mucha gente joven, nuevamente, siempre, junto a las madres.

Hasta que en 1999 nos invitaron a formar parte de un proyecto hermoso: la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM), “universidad de lucha y resistencia”. El orgullo no nos entraba en el corazón. Me acuerdo una vez, cuando volviendo de aquellas primeras reuniones donde se estaba fundando la Universidad Popular, debatiendo, organizando y diagramando las primeras carreras, al bajarme en avenida Rivadavia del colectivo (donde viajaba con Porota, otra de las queridas madres) me fui caminando y pensando el tremendo privilegio que tenía de poder compartir ese proyecto. Como dijo Hebe en el discurso de apertura pública de la UPMPM, el 6 de abril del año 2000, ellas fundaban una Universidad Popular “para formar cuadros revolucionarios”. ¡Qué gran desafío! Una tarea que todavía sigue actual y pendiente hoy en día.

En ese mismo año de la fundación, en el 2000, publiqué un libro de investigaciones sobre la historia del marxismo argentino y latinoamericano. Lo presenté en la librería de las madres «Osvaldo Bayer». El libro se lo dediqué a Hebe y a las madres… Michael Löwy, el prologuista de esa investigación, y muchos otros profesores de Europa y América Latina, venían invitados por nosotros a dar clases en la Universidad Popular.

Pero la sociedad oficial no soportaba que existiera una Universidad Popular donde se reivindicaba la insurgencia, donde se estudiaba marxismo, donde se formaban —con una perspectiva antimperialista y anticapitalista— los militantes de base y la gente de abajo. Varios periodistas famosos, incluso “progres” (que hoy son fanáticos adherentes a Kirchner), salieron a insultar a las madres y a Hebe. No tuvieron escrúpulos. Las infamias eran increíbles. Cuando los oportunistas, pusilánimes y mediocres les daban la espalda y se hacían los distraídos ante tantos ataques mediáticos, traté de defenderlas, demostrando que detrás de los insultos de estos “periodistas estrellas” no estaba Rodolfo Walsh… sino el dinero de la Fundación Ford, vieja tapadera de la CIA. Hice entonces una documentada historia de la CIA y de la manera en que compraba intelectuales, sociólogos y periodistas para insultar a los revolucionarios más radicalizados.

Y continuaron las marchas; las movilizaciones; la toma nocturna de la catedral; la huelga de hambre que hicimos junto a las madres por los presos políticos de La Tablada; la participación en la rebelión popular de diciembre de 2001; las piedras y los choques permanentes con la policía; la solidaridad con las obreras de Brukman —cuando tiramos las vallas policiales junto con Celia M.— y los obreros de Zanón —los fuimos a ver junto con las madres hasta Neuquen—, quienes tomaban las fábricas y las ponían a producir sin patrones; la toma del rectorado de la UBA y los cortes de rutas junto a los movimientos piqueteros, etc.,etc.,etc.

Entonces, en medio de todo ese torbellino popular que ascendía y crecía, hicimos la Cátedra Che Guevara y el seminario sobre El Capital. ¡Qué diferente a la UBA era enseñar El Capital en la Universidad Popular! ¡Cuánto más interesante y productivo, debatir a Marx o a Lenin, al Che Guevara o a Mariátegui con una piquetera, un laburante de fábrica, una ama de casa, un “doctor” universitario y un pibe de barrio que no terminó la escuela!. Todos juntos y juntas sin falsas jerarquías que impiden pensar y aprender colectivamente. Producto de esas clases, que tanta energía nos insumían y con tanto entusiasmo desarrollábamos, quedaron varias herramientas de trabajo para ese proyecto de “formar cuadros revolucionarios”. Con esas clases escribí otros tres libros: El Capital: Historia y método (editado dos veces por la universidad de las madres y una en Cuba); Introducción al pensamiento marxista (editado tres veces por la universidad de las madres, una en Brasil y otra en España) y Ernesto Che Guevara: El sujeto y el poder (editado dos veces por las editoriales La Rosa Blindada y Nuestra América). Por ninguno de los tres libros cobré un solo peso. Los tomé como tarea militante. Eso son. Con ese espíritu los escribí y sigo estando orgulloso de haberlo hecho. Son mi pequeñísimo y microscópico granito de arena para ese gran sueño colectivo que es formar cuadros revolucionarios. ¿El objetivo? Simplemente hacer, alguna vez, la revolución socialista en la Argentina, por la que entregaron su vida miles y miles de compañeras y compañeros desaparecidos.

Esa perspectiva ideológica, política y pedagógica es la misma que llevamos cada vez a las escuelas de formación del MST de Brasil, a Cuba y a muchos otros lugares. Siempre con el mismo horizonte político. Por ejemplo, en ese tiempo publiqué, como parte de una serie, el libro Marxismo para principiantes destinado a socializar en forma pedagógica el pensamiento de nuestra tradición. Cuando allí tuve que explicar la lectura marxista de la historia del capitalismo, los genocidios y la interpretación que hace Walter Benjamin del materialismo histórico no se me ocurrió otro dibujo que el de las madres de plaza de mayo enfrentando un gigante con calavera, parca y guadaña, símbolo de la muerte y del capitalismo. Creo que elegir ese dibujo fue una buena decisión.

Las madres nos dieron muchísimas muestras de cariño, de afecto y de reconocimiento por toda esa tarea militante. Hebe, incluso, me regaló un libro donde se incorporaba una intervención suya sobre la Comuna de París realizada en Brasil (aquella vez que mientras ella estaba de viaje torturaron a su hija Alejandra), con una dedicatoria hermosa de puño y letra que conservo con gran orgullo.

Entonces vino el gobierno de Kirchner y nuestras discrepancias públicas con el kirchnerismo y su proyecto de “capitalismo nacional”, siempre mantenidas con respeto. A la primera persona que le manifesté mis desacuerdos con las nuevas posturas de apoyo total a ese gobierno fue a Hebe, cara a cara, en una reunión a solas en su propio escritorio, en la casa de las madres. Lo hice con el respeto de siempre pero en forma clara. Hablando lealmente y de frente, como se debe, no por la espalda. Las madres lo saben. Desde el inicio mismo del gobierno de Kirchner, desde la primera reunión que ellas tuvieron con él (recuerdo, por ejemplo, la pregunta de una madre, cuando todos escuchábamos en la cocina lo que Hebe contaba de esa primera reunión con el actual presidente: “¿Néstor: por qué tenés esa cara de culo?”. Mi respuesta textual fue: “Porque no estoy para nada de acuerdo con lo que estoy escuchando”).

¿Cómo apoyar a un gobierno que se dice defensor de los derechos humanos y mantiene en prisión a l@s pres@s polític@s, deja impune a los secuestradores de Julio López —desaparecido en democracia— y abre causas judiciales contra los piqueteros rebeldes? ¿Cómo apoyar a un gobierno que dice enfrentar al FMI pero paga puntualmente la deuda externa? ¿Cómo apoyar a un gobierno que coquetea con Chávez y Fidel mientras el presidente Kirchner y su esposa Cristina golpean la campanita en la bolsa de valores de Wall Street, bajo una bandera mugrienta de las estrellas y las barras y con una sonrisa que no pueden disimular? ¿Cómo apoyar a un gobierno que se dice progresista pero insulta y descalifica a los maestros que reclaman aumento de salario mientras los grandes exportadores de soja amasan fortunas millonarias? ¿Los derechos humanos, centrales en la retórica oficial y sus intentos de legitimación, son compatibles con la recientemente aprobada Ley “Antiterrorista”?

Varios años después de aquellas primeras discusiones con Hebe, mantengo entonces esa disidencia y esa discrepancia.

Y entonces ahora, después de todo ese vínculo de años y años, de toda esa tarea y ese esfuerzo militante de tanto tiempo, donde participé dando clases en forma militante, no como empleado rentado, en la Universidad Popular durante ocho años (15 cuatrimestres), me acaba de llegar por correo electrónico, ni siquiera verbalmente, un comunicado con la cancelación de las clases sobre el Che Guevara, a partir del segundo cuatrimestre, por no respetar los reglamentos administrativos —al no tomar asistencia en las clases— y “por un problema de aulas”…

Después de la reciente expulsión del compañero Herman Schiller (con quien me solidaricé públicamente en la misma Universidad Popular y en su programa de radio), echado por su oposición a Kirchner…, ¿cómo interpretar esta prohibición, supuestamente “administrativa”?

Si alguna vez en la UPMPM se priorizó la palabra del Che Guevara, hoy ese mensaje marxista, insumiso y rebelde, ya no resulta cómodo. Lo entiendo perfectamente. No es compatible con la propaganda del “capitalismo nacional” que (a nivel puramente retórico) difunde Kirchner.

Pues bien, nunca me gustaron los escandaletes, las puestas en escena y esa incapacidad para resolver las diferencias políticas de otro modo.

Con el Colectivo AMAUTA, formado inicialmente en la Universidad Popular y que se nutre de diferentes compañeros y compañeras de distintos seminarios con quienes desarrollamos tareas de investigación marxista y formación política de la militancia de base, continuaremos haciendo exactamente lo mismo en otros ámbitos. De hecho trabajamos desde hace mucho tiempo —en capital federal y en barrios de la provincia de Buenos Aires— haciendo formación política y manteniendo el vínculo con diversos compañeros y compañeras piqueteros, sindicalistas y estudiantiles opositores a Kirchner.

No importan el edificio, las aulas ni las listas reglamentarias de asistencia; lo que importan son las ideas, los valores y los proyectos. Para el Colectivo AMAUTA sigue teniendo validez aquella hermosa idea, alejada de los funcionarios con traje, corbata, chofer y secretaria, a buena distancia de los pasillos, subsidios y ministerios oficiales, de “formar cuadros revolucionarios”. El difícil pero apasionante proyecto de construir hegemonía desde abajo, a partir de la lucha y la resistencia, con el objetivo estratégico de la revolución socialista.

Estoy agradecido a las madres por todo lo que le dejaron al movimiento popular desde los años, tristes y oscuros, de la dictadura militar. Mantengo el respeto que siempre les tuve, desde que era un pibe adolescente. No he perdido el cariño y el afecto personal que siento por estas queridas viejas, a pesar de las actuales diferencias políticas. Espero sinceramente que la lucha de nuestro pueblo logre modificar la actual correlación de fuerzas y, en una nueva coyuntura política, nos volvamos a encontrar en la misma senda.

Un abrazo grande

Hasta la victoria siempre

Néstor Kohan