La guerra sucia contra el pueblo colombiano se inició aquellos días lúgubres y jamás cesó ni mermó un ápice. Todo lo contrario: ella se ha tornado cada vez más cruel y destructiva, y ha sido impuesta y asumida con una perversidad record por la implacable y voraz oligarquía de ese hermano país, por el imperialismo estadounidense, por los generales de horca y cuchillo y el régimen terrorista-narco-para militar de Uribe. Por eso la lucha armada tuvo y tiene razón de ser y raya en la necedad negarlo.