No se puede ocultar. Vivimos un nuevo tiempo latinoamericano. A través de rebeliones populares, insurrecciones, luchas callejeras y diversas confrontaciones sociales hemos logrado poner en crisis al neoliberalismo en su forma paradigmática y brutal, tal como lo padecimos en la década del ‘90. Por diversas vías, el movimiento popular de Nuestra América ha iniciado un difícil proceso de cambios sociales. Desde la insurgencia colombiana hasta el ascenso electoral de los movimientos sociales en Bolivia, pasando por el proceso bolivariano en Venezuela, nuevas experiencias con pretensiones de cambio y aspiraciones radicales acompañan hoy a la revolución cubana, que afortunadamente ya no está sola.
En ese nuevo contexto continental conviven las mencionadas experiencias con otras notablemente diferenciadas, como la que conforman los gobiernos gatopardistas de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil (en los cuales la retórica seudoprogresista y la apelación a simbologías vinculadas a un pasado de izquierda apenas alcanza para disimular el viejo neoliberalismo ahora reciclado y adaptado a los tiempos que corren).
Los foros sociales mundiales con que se inauguró el siglo XXI abrieron la puerta, por la cual todavía no pasamos. La consigna, ampliamente consensuada, fue: Otro mundo es posible.
Bien, pero, ¿cuál es ese otro mundo? ¿Será quizás un capitalismo sojero con retórica progre? ¿Un capitalismo de Estado y con rostro humano? ¿Tal vez una tercera vía que mezcle empresas cooperativas con economía de mercado? ¿O, en cambio, será la profundización revolucionaria de la perspectiva socialista por la vía de una estrategia de poder popular combinando todas las formas de lucha, un camino de combate contra el capital y la empresa privada (incluso contra el capital que para sobrevivir y seguir acumulando se titula tramposamente progresista o nacional), la superación progresiva del mercado, el predominio creciente de la propiedad colectiva de los principales medios de producción y la planificación como herramienta central de la transición socialista? La respuesta sigue pendiente y está abierta a una compleja y difícil disputa social, ideológica y política de largo alcance. En Bolivia, en Venezuela, en Colombia y en gran parte de América Latina.
El guevarismo no es algo nostálgico ni antiguo. Tiene impactante actualidad y mucho que aportar en esas polémicas contemporáneas y disputas futuras. Como pensamiento político y proyecto ideológico, el guevarismo constituye la continuación más auténtica de la herencia de Simón Bolívar y su proyecto de Patria Grande latinoamericana, de José Carlos Mariátegui y su programa de socialismo indoamericano y la máxima expresión en nuestra América de la tradición radical inaugurada en otras partes del mundo por Marx y Lenin. En todos ellos nos inspiramos. Con la cabeza y con el corazón.
Desde ese ángulo y desde esa herencia, para intervenir en la actual disputa ideológica, acumulando fuerzas en una dirección al mismo tiempo antimperialista y anticapitalista de alcance continental, fortaleciendo la formación política de la militancia de base y combatiendo la nefasta influencia ideológica de las fundaciones del imperialismo, la socialdemocracia, las ONGs y otras instituciones del mismo tenor, el Colectivo AMAUTA de Argentina impulsa la formación de Cátedras Che Guevara a nivel continental. Hemos formado cátedras en Argentina, en Chile, en Bolivia y proyectamos también cátedras en Uruguay y Venezuela, entre otros países.
Creemos que el guevarismo y el bolivarianismo son parte de los mismos sueños emancipadores de Nuestra América, tal como la bautizara José Martí.
Tenemos por delante un inmenso desafío: lograr y alcanzar la articulación, la coordinación y la unidad de todas las experiencias guevaristas y bolivarianas, afluentes de un mismo torrente antimperialista y anticapitalista.
Como Colectivo AMAUTA hasta ahora participamos en el ENCUENTRO CONO SUR, colaboramos orgánicamente con diversas experiencias pedagógicas y de formación política vinculadas a la VIA CAMPESINA y al MST de Brasil (Escuela Nacional Florestan Fernandes de San Pablo, Instituto Latinoamericano de Agroecología-IALA) en Venezuela, etc. De aquí en más continuaremos participando de esas experiencias y además trabajaremos en la Coordinadora Continental Boliviarana (CCB).
En todos esos espacios se trata de unificar esfuerzos y golpear todos juntos en el camino de la unidad contra el enemigo común del género humano: el imperialismo y sus socios locales.
Se trata de estrechar lazos, en la larga marcha del pensamiento antimperialista y revolucionario latinoamericano iniciado por Túpac Amaru, los hermanos Katari, Bartolina Sisa, Simón Bolívar, José de San Martín, José Gervasio Artigas, Manuel Rodríguez, Mariano Moreno, Juana Azurduy, entre otros y otras.
La perspectiva de lucha, organización y formación política debe ser continental, nuestro horizonte es la Patria Grande de Bolívar, el internacionalismo del Che, el socialismo indoamericano de Mariátegui.
Por todo eso nos incorporamos orgánicamente a la Coordinadora Continental Bolivariana sin abandonar ningún otro de los espacios donde trabajamos hasta ahora. Nuestra tarea es contribuir con nuestro pequeñísimo granito de arena a la confluencia fraternal y a la convergencia de todos los espacios antimperialistas.
Buenos Aires, noviembre de 2008