(Video y artículo) Recordar a Pancho Aricó… discutir a Pancho Aricó

   

Recuerdos, discusión, debate y video sobre Jose Arico (1931-1991) y su herencia intelectual.


Recientemente ha comenzado a circular por las redes sociales una película documental titulada “José Aricó: la ultima entrevista” dirigida por Rafael Fillipelli y realizada con el apoyo financiero de la Fundación Pablo Iglesias, ligada al partido —¿socialdemócrata? ¿neoliberal?— PSOE español). Allí desfilan Beatriz Sarlo, Juan Carlos Portantiero, Carlos Altamirano y Oscar del Barco, entre otras conocidas figuras de la intelectualidad argentina.
Aunque realizado con dinero, no de forma independiente, el documental es más que artesanal (en el peor sentido del término “artesanal”). Tiene cortes abruptos, fallas notables de edición y prácticamente ningún tratamiento de sonido, además de mantener la cámara fija y clavada frente al entrevistado durante más de una hora. Por momentos parece un material en crudo o work in progress… A pesar de que no alcanza las normas mínimas formales que cualquier documentalista independiente o militante maneja hoy en día, contiene algo valioso. Uno de los últimos testimonios orales y fílmicos de José Aricó, grabados en su madurez cuando ya estaba notablemente enfermo.
Todo el documental está armado y pensado como “voz oficial” del Club de Cultura Socialista. Desde allí se recorre la historia personal de Aricó y de la revista y editorial PASADO Y PRESENTE en sus múltiples (y muchas veces contradictorias) etapas. Un balance de una historia política e intelectual de tres décadas —estrechamente vinculada a Marx, Gramsci y al marxismo latinoamericano— reconstruida como un bloque macizo, absoluto y sin fisuras en clave socialdemócrata.
Este núcleo político del Club de Cultura Socialista, de indisimulada opinión socialdemócrata, supo tener bastante poder político e influencia institucional durante las décadas de los ’80 y primeros ’90 en Argentina. En esos tiempos algunos de sus principales integrantes no sólo asesoraron al presidente argentino Raúl Alfonsín (gran admirador de Felipe González) sino que además llegaron a dirigir la Universidad de Buenos Aires (UBA). También ejercieron un poder de veto y decisión en varios centros de investigación académica, poseyendo numerosas editoriales, editando revistas, etc. En todos esos ámbitos no se caracterizaron precisamente por “la amplitud”, el “respeto a la diferencia” y “el pluralismo” que tanto pregonaban en sus escritos teóricos…
De todos sus integrantes probablemente los dos principales hayan sido José Aricó (1931-1991) y Juan Carlos Portantiero (1934-2007). Además de leer y estudiar sus libros, tuve la oportunidad de conocer personalmente a ambos.

Mientras que a Portantiero le realicé apenas una entrevista sobre la historia del marxismo argentino, a la que accedió amablemente (todavía recuerdo la fotografía de Alfonsín que mantenía en su escritorio personal, incluso cuando el líder de la Unión Cívica Radical-UCR ya no era presidente), con Aricó tuve otro tipo de relación. Me vinculé con él durante un muy corto período a partir de una investigación sobre el pensamiento marxista de Enrique Del Valle Iberlucea, un socialista que a comienzos del siglo XX desde Argentina defendía con vehemencia la revolución bolchevique de Lenin y Trotsky mientras polemizaba con el periódico de la burguesía argentina LA NACIÓN defendiendo a Marx.

José Aricó era en el trato personal un hombre afable, para nada distante. Recuerdo por ejemplo sus consejos cuando me decía “no sé quienes son tus ídolos políticos ni a quien admirás, pero tratá de no atribuírselo a Del Valle Iberlucea, un buen investigador tiene que intentar comprender a cada figura en su época”. Ya mayor, era un hombre cálido con la gente joven. Se lo veía sereno. No lo percibí jerárquico (y eso que en ese momento yo era muy jovencito). Aricó ni siquiera tenía título universitario de grado. Formado en los hornos de la militancia, sospecho que toda esa burocracia de las jerarquías académicas le generaba cierto fastidio y desprecio.
Me producía mucha admiración como investigador. Pero al mismo tiempo me daba mucha pena en el terreno político. Recuerdo que la última vez que me crucé con él lo vi sentado en una mesa del Club de Cultura Socialista. Detrás suyo había en el piso una caja inmensa de cartón con muchísimos libros tirados, apilados, desordenados como si fueran papeles viejos sin importancia… no me costó trabajo reconocerlos de lejos… se trataban de las OBRAS COMPLETAS de Lenin… (la edición argentina de editorial Cartago de color gris con recubierta naranja). Que Lenin hubiera quedado así, casi como desperdicio, era un síntoma. Me dio mucha lástima.

Aricó era un ratón de biblioteca. Una vez en su casa me señaló una de sus bibliotecas y me dijo “Acá tengo todo sobre Mariátegui”. En esa época yo era más tímido, no me animé a tirarme sobre cada estante para husmear qué tenía y qué leía. Me daba vergüenza. La última vez que hablé por teléfono con él me recomendó que pidiera una beca para viajar a Europa. Me dijo que los españoles estaban dando muchas becas… Le contesté con amabilidad, pero seco: “No me interesa”. Y él a su vez me volvió a contestar, como intentándome convencerme: “No es malo ir a estudiar a Europa”. La cosa quedó ahí. Luego, incursionando en viejos archivos y con viejos militantes cuyas familias se deshacían de sus bibliotecas, pude recopilar varias colecciones de la revista comunista CUADERNOS DE CULTURA. Algunas las doné a la Universidad de Buenos Aires (UBA). Otra colección, incompleta, se la regalé a Aricó y se la llevé a su casa.

Lo recuerdo como alguien muy querible y con una erudición inmensa. En esa época sentía y hoy sigo pensando que es una verdadera lástima que un cerebro así haya desperdiciado sus últimos años en las filas grises y tristes de la socialdemocracia; corriente que, invariablemente, ha condenado a todos sus intelectuales a la impotencia. En Argentina y en el mundo entero. No es casual que cuando realizan su giro hacia la socialdemocracia, a su regreso de México, ni “Pancho” Aricó ni el “negro” Portantiero hayan producido una obra del mismo calibre y relieve que sus textos anteriores. El reformismo socialdemócrata no sólo aplasta la radicalidad política, mata al mismo tiempo las grandes preguntas que invitan a crear.
Años después que Pancho Aricó falleció, conocí a su compañera, María Teresa Poyrazian (quien también aparece en el film documental, aunque lamentablemente a ella no le dan el micrófono). Una mujer entrañable, muy culta como su pareja, traductora de muchos textos que manejaba Aricó. No resulta difícil imaginarse porque el joven Aricó se enamoró de ella. María Teresa me regaló un escrito suyo —corto pero muy bueno, por cierto— sobre el genocidio contra el pueblo armenio. Yo a cambio le regalé un libro mío sobre LA ROSA BLINDADA que había hecho con José Luis Mangieri, muy amigo de ambos (de Aricó y de su esposa). Su compañera me contó entonces, si no recuerdo mal, que ellos le pusieron a su hija de nombre Vera por Vera Zasulich, aquella muchacha formidable que atentó contra el general gobernador de San Petrersburgo y que se carteó con Marx sobre la comuna rural rusa.
María Teresa Poyrazian me ofreció prologar o hacer un estudio preliminar con todas las entrevistas y artículos dispersos de Aricó. La tentación era enorme. A los pocos días regresé y le dejé una carta en su casa (manuscrita con tinta negra, si no recuerdo mal, ese día ella no estaba) diciéndole que para mí era un honor realizar ese prólogo o estudio preliminar sobre Aricó pero que si lo hacía no podía dejar de criticar la posición de la socialdemocracia y el lamentable apoyo a Alfonsín. No tuve más noticias. Es que obviar o callar ese inexplicable apoyo a un gobierno que sancionó las leyes de obediencia debida y punto final para los militares genocidas hubiera implicado traicionarme a mí mismo.
Pasaron muchos años de todo esto. Me formé estudiando los cuadernos de PASADO Y PRESENTE. Leí EL CAPITAL y los GRUNDRISSE en las ediciones impulsadas por Pancho… He leído y estudiado los libros de Aricó. Me sirvieron mucho y en todos los cursos siempre los recomiendo. Pero recomiendo leerlos críticamente. Aprovechar todos sus conocimientos, pero sin comprar el “paquete cerrado”.
Proporciono solo dos ejemplos. En MARX Y AMERICA LATINA, libro excelente, Aricó no cita muchas de las fuentes en las que se inspira. Un lector ingenuo (como lo fui en aquellos años) puede creer que todo se le ocurrió a Pancho. Con los años fui descubriendo cuanto le debía Aricó a Ernest Mandel, a Renato Levrero, incluso… a Jorge Abelardo Ramos (el menos citable de todos). En LA COLA DEL DIABLO, texto muchísimo más discutible, Aricó sólo habla de su propio entorno, soslaya sin justificación alguna a los gramscianos brasileros, a los mexicanos, etc. Este último libro no explica el itinerario de Gramsci en América Latina, como sugiere su subtítulo, sino el itinerario de su propio grupo. Una diferencia no menor…
En fin. A Pancho Aricó lo he leído, lo he estudiado, lo he conocido. Tengo un agradable recuerdo suyo mezclado con los sinsabores que me provocaban sus últimas posiciones, tan distantes de sus amores políticos juveniles y del marxismo al que le dedicó la mayor parte de su vida. Así como compilé LA ROSA BLINDADA, alguna vez pensé compilar y reunir los escritos revolucionarios, anticapitalistas y antiimperialistas, incluso guevaristas, del joven Pancho Aricó. Muchos de esos escritos e intervenciones, pienso, creo, siento, siguen teniendo validez contra la socialdemocracia y contra toda la hagiografía institucional que tantos ex marxistas arrepentidos y conversos suelen hacer. Hagiografía de la cual este film documental que ahora circula en las redes sociales y en la web no es una excepción.

Buenos Aires, 7 de julio de 2013
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A continuación reproduzco un artículo que escribí sobre Gramsci y Aricó y que fue publicado, en una versión resumida y “editada” (o sea cortada), por el diario argentino Clarín en su revista de cultura “Ñ” Nº71, el 5 de febrero de 2005. Fue escrito a propósito de la aparición de Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, tesis doctoral de Raúl Burgos (Buenos Aires, Siglo XXI, noviembre de 2004). Nuestro trabajo motivó una airada respuesta polémica de la profesora Claudia Hilb, por entonces presidenta del «Club de Cultura Socialista José Aricó», uno de los principales nucleamientos teóricos de la socialdemocracia argentina.

Pasado y Presente y la primera recepción de Gramsci en la Argentina

(A propósito de «Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente» de Raúl Burgos)

Nestor Kohan

Antonio Gramsci [1891-1937], combatiente comunista y uno de los principales pensadores revolucionarios a nivel mundial, marcó a fuego a importantes sectores de la cultura del sur de Nuestra América. Sus libros se conocieron en Argentina antes que en Francia, Inglaterra, Alemania o Estados Unidos. Un número no pequeño de debates, polémicas y emprendimientos editoriales argentinos y latinoamericanos estuvo impregnado por su reflexión teórica. Sus enseñanzas continúan hoy en día inspirando a nuevas generaciones de rebeldes y revolucionarios a escala continental.
Abordando esa persistente influencia, el investigador argentino (radicado en Brasil) Raúl Burgos acaba de publicar su tesis doctoral Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente. Mientras analiza algunos avatares de la cultura socialista y las disputas por la herencia de Gramsci en Argentina, el libro se centra en la figura de José María “Pancho” Aricó [1931-1991] y su grupo intelectual, del que también forma parte Juan Carlos Portantiero. Burgos rastrea el itinerario de los (auto)denominados “gramscianos argentinos”, tal el nombre con que el grupo de Pasado y Presente su bautizó en la pluma de Aricó.

Dificultades historiográficas

La investigación de Raúl Burgos constituye un proyecto demasiado amplio y ambicioso para un solo libro. No obstante, aporta abundantes datos, entrevistas e información valiosa sobre dicha experiencia. Su hipótesis de fondo —una de las más discutibles— presupone una continuidad ininterrumpida de Pasado y Presente a lo largo de cuatro décadas. La homogeneidad en el grupo estaría dada por el vínculo entre cultura y política, pero las opciones ideológicas que separan el nacimiento y el final son demasiado disímiles.
Para poder defender esa hipótesis, la reconstrucción de Burgos termina excesivamente apegada a la historiografía oficial que los protagonistas construyeron a posteriori sobre sí mismos. Adoptando ese punto de vista como criterio casi excluyente, Burgos toma abierto partido por las justificaciones tardías de Aricó y Portantiero. Por ejemplo, en la segunda mitad del texto, cada vez que se hace referencia a las posiciones radicalizadas aparecen invariablemente comillas: izquierda “revolucionaria”. Pero la ironía y las comillas desaparecen cuando se escribe: izquierda democrática.

Aricó, un intelectual militante, autodidacta y sin título

A diferencia de los que se aferran a los títulos y membretes académicos y no pueden balbucear ni siquiera dos ideas propias, Aricó, máximo inspirador del grupo en cuestión, nunca terminó una carrera universitaria. Fue un apasionado militante. Un autodidacta brillante. Un lector voraz. Un cerebro en acción. Quizás por esa forma juvenil de vincular la teoría con la pasión política contrariando las normas que regían el campo intelectual es que logró ir construyendo un pensamiento propio. Incluso de viejo, habiendo cambiado totalmente sus opciones políticas radicales, seguía entusiasmándose cuando los jóvenes militantes se le acercaban para consultarlo por temas del socialismo. Nos consta.

Agosti, la tragedia del maestro

La primera difusión argentina y latinoamericana de Gramsci comienza con Héctor Pablo Agosti [1911-1984] quien edita las cartas del italiano en 1950 y los Cuadernos de la cárcel entre 1958 y 1962, mucho antes que en las principales capitales del mundo. Con su Echeverría [1951] Agosti inicia la recepción productiva de Gramsci. Distante del revisionismo histórico, rosista-peronista, y del liberalismo antiperonista, Echeverría no glosa al italiano ni es un manual introductorio. Allí Agosti utiliza sus categorías para comprender la cultura nacional del siglo XIX y “la impotencia política de la burguesía argentina”, en el XX. Concluye que “se agotó el papel histórico de la burguesía argentina”, pues “esta clase nace desvalida de impulsos desde antes de emprender la marcha”.
Interlocutor de Henri Lefebvre, con quien se carteaba, Agosti fue el “padrino” intelectual del joven Portantiero. Aricó, que vivía en Córdoba, se vinculó con él poco después. Ambos fueron alentados por Agosti, director de Cuadernos de Cultura, donde los dos jóvenes comenzaron a escribir. En esa mítica revista comunista, en 1957, Aricó arremetió duramente contra Rodolfo Mondolfo. En 1960 Portantiero hizo lo mismo escribiendo contra la nueva izquierda.
Pero los jóvenes discípulos se hartaron del stalinismo. Buscaron nuevos rumbos. Así nació —todavía dentro del Partido Comunista Argentino— Pasado y Presente, lo que motivó la expulsión de todo el grupo. El maestro, en cambio, se quedó a mitad de camino. No se animó a enfrentar a Victorio Codovilla y a Rodolfo Ghioldi, los principales dirigentes del PC. En ese gesto Agosti sacrificó lo más sugerente de su brillante reflexión.

Nace Pasado y Presente

Rompiendo con todas las normas y violentando las jerarquías establecidas, Aricó, Portantiero, Oscar del Barco, Héctor Schmucler y otros jóvenes brillantes fundan una revista que hará época. Frente a la cristalización dogmática y sectaria y los peores prejuicios antintelectualistas, promovieron la libertad de discusión y una aproximación abierta al marxismo heterodoxo, permitiendo que éste dialogara con lo más avanzado de la cultura de la época. Gramsci era el guía, mediado por la influencia de la revolución cubana, el Che Guevara y la ruptura chino-soviética. De fondo, el refinado marxismo italiano ejercía su seducción.
Al abrirse a través de Gramsci a la galaxia de la nueva izquierda Pasado y Presente marcó un derrotero para la radicalización de varios núcleos intelectuales que pasaron de la moderación del PCA a la experiencia de la lucha armada.

Del Partido Comunista a la guerrilla

Uno de los aspectos menos conocidos de la trayectoria de Aricó y su grupo es su pasaje por las posiciones del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), dirigido en la provincia norteña de Salta por el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, amigo y colaborador del Che Guevara. El EGP respondía a la dirección política de Guevara, quien planeaba regresar a combatir en la Argentina. Burgos aporta datos valiosísimos sobre este vínculo orgánico entre Pasado y Presente y el EGP. Aunque no figura en el libro, algunos de sus antiguos compañeros recuerdan que Aricó marchó a entrevistarse personalmente con Masetti. Casi se ahoga al cruzar un río de corriente rápida. Se quedó atado a un árbol y el agua le llegó hasta el pecho.
Tras la derrota del EGP y la muerte de Masetti, Pasado y Presente realiza un viraje teórico. Comienza a enfatizar la autonomía obrera retomando el consejismo por sobre la guerra revolucionaria. Pero ese viraje no fue mediado por una explicación sobre el cambio de orientación. Ya en esa oportunidad emerge al primer plano una constante de este colectivo intelectual.

La falta de autocrítica

Aunque en líneas generales sigue al pie de la letra la interpretación oficial del grupo de Aricó, en un pasaje puntual Burgos toma una distancia importante. Cuestiona la ausencia de autocrítica en los intelectuales de Pasado y Presente. Señala el tránsito del cuarto editorial, donde se apoya la insurgencia del EGP, al predominio posterior de una línea obrerista clásica. El lector puede pensar que fue un error circunstancial. Sin embargo, refiriéndose más adelante al apoyo a Raúl Alfonsín [presidente de Argentina a partir de 1983, integrante de la Unión Cívica Radical-UCR] de los ‘80, Burgos llega a idéntica constatación. Allí describe las mutaciones y virajes políticos del grupo caracterizados por un modo “autocomplaciente que consiste en criticar posiciones asumidas como si no hubiesen sido propias, sin mencionar la responsabilidad por las mismas y sus consecuencias”. La falta de autocrítica tras cada mutación, el ir saltando de posición en posición (siguiendo la onda de momento), sin la necesaria explicación intermedia, no quedó limitada al cuarto editorial de Pasado y Presente. Fue un modus operandi de mayor alcance.

La Rosa Blindada, prima hermana de Pasado y Presente

En la tesis doctoral de Burgos resulta notoria la ausencia de la otra gran revista emblemática de los ’60, paralela a Pasado y Presente (también expulsada del PC). Se trata de La Rosa Blindada, dirigida por José Luis Mangieri, que no es mencionada ni una sola vez en las 430 páginas del texto. Cabe recordar que La Rosa Blindada editó en Argentina no sólo libros de Antonio Gramsci sino también textos sobre su obra. Además, Pancho Aricó colaboró estrechamente con Mangieri y llegó a preparar volúmenes enteros de esa editorial y otros sellos por él dirigidos (por ejemplo ediciones Del Siglo). Todo esto Burgos, centrado en Aricó, ni lo menciona. Sin embargo, sin La Rosa Blindada, no se puede comprender a fondo el contexto de Pasado y Presente.
Esta omisión inexplicable —la principal de toda la investigación— se complementa con otros silencios, como las investigaciones del CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales, nucleamiento de sociólogos marxistas) cuyos libros y cuadernos utilizaban a Gramsci desde un ángulo sociológico distinto al de Portantiero y Aricó. Tampoco aparecen en la bibliografía textos producidos en Argentina donde se estudia a Gramsci, a Pasado y Presente o a la obra de Aricó desde una perspectiva distinta a la versión historiográfica oficial del Club de Cultura Socialista.

A la búsqueda de un sujeto

En su primera época Pasado y Presente publica nueve números. El último en septiembre de 1965. Con la crisis de la revista se consolida la decisión de no formar una agrupación política propia (como intentó hacer Portantiero, recién expulsado del PC, con Vanguardia Revolucionaria-VR). Se abre entonces la búsqueda desenfrenada de su propio perfil, a mitad de camino entre la política y la cultura. El grupo termina de perfilarse como proveedor de ideología, portador de ideas sin sujeto, consejero a la distancia y, en definitiva, corriente organizada de opinión. Quizás gran parte de los sinsabores, equívocos y amarguras que este segmento intelectual fue padeciendo en sus sucesivas —heteróclitas y hasta encontradas— apuestas políticas tengan que ver con ese deambular en busca de un escurridizo sujeto político. Alguien que escuchara sus consejos ideológicos y les permitiera mantener autonomía cultural. Aunque esos disgustos fueron muchos, sin duda el mayor de todos se debió a los tropezones del gobierno de Alfonsín que ellos fielmente acompañaron.

Las editoriales de Aricó

El cierre de la revista en 1965 y el aplastamiento que la dictadura militar del general Juan Carlos Ongañia le impuso a la cultura no alcanzaron para aplacar la voluntad de José Aricó. Así fundó primero EUDECOR (Editorial Universitaria de Córdoba) y luego GARFIO (nombre irónico sobre las ediciones piratas e ilegales que se hacían).
De allí en más, a partir de marzo de 1968, nacen los legendarios Cuadernos de Pasado y Presente. Sin duda el aporte más importante y perdurable. Se publicaron en total 98 títulos marxistas, todos heterodoxos y radicales. Gracias a esa labor se formaron varias generaciones de militantes y académicos de América y España (donde se difundían clandestinamente). En los principales países de América latina nunca faltan intelectuales que recuerden cuánto pudieron estudiar gracias a estos memorables y míticos cuadernos.
Más tarde, nace la editorial Signos y luego Siglo XXI Argentina. En esta última aparecerá una impecable edición crítica de El Capital de Marx que supera las ediciones en muchos otros idiomas. Aricó lo publicó en nueve volúmenes (ocho más un noveno con el capítulo sexto inédito), de la misma manera que publicó los primeros borradores de El Capital, conocidos como los Grundrisse (éstos en tres volúmenes). También por este sello, Aricó dirigió la Biblioteca del pensamiento socialista, con los clásicos más importantes de la izquierda a nivel mundial.

La patria socialista

Uno de los tramos mejor logrados del libro de Burgos está centrado en el debate entre Cátedras nacionales (peronistas) y Cátedras marxistas a comienzos de los ’70. En ese marco de radicalización de la intelectualidad, Aricó y Portantiero se vinculan con Montoneros y las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias).
Con el triunfo del presidente peronista Cámpora en 1973, regresa fugazmente la revista Pasado y Presente. Lo hace apoyando teóricamente al obrerismo consejista (del joven Gramsci) y políticamente a Montoneros. Paradójicamente, aunque en 1973 ellos defendían la centralidad social de la fábrica, no eran los Montoneros –de origen mayoritariamente estudiantil— quienes hegemonizaban la lucha sindical antiburocrática sino principalmente las corrientes clasistas de izquierda (desde Agustín Tosco y René Salamanca hasta los sindicatos clasistas SITRAC-SITRAM).

Genocidio y exilio

Y vino la represión, el peor golpe de Estado de la historia argentina y el brutal genocidio de nuestro pueblo. El grupo de Aricó se exilia en México en mayo de 1976. Allí se incorporan a la universidad y a la editorial Siglo XXI. Todavía mantenían posiciones de izquierda radical (1), que al poco tiempo se trastocarían en reformismo socialdemócrata.
Durante el exilio, Aricó aprovecha para investigar. Produce dos excelentes estudios: una extensa introducción a Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano (junio de 1978) y Marx y América Latina (marzo de 1980).
Ambas relecturas seguían inspirándose en la heterodoxia del marxismo. Recuperando a Mariátegui, el principal marxista de América Latina anterior a Ernesto Guevara, Aricó profundiza su crítica al positivismo. Lee al peruano trazando un paralelo con Gramsci. Su rescate resulta de lectura obligatoria. En el caso de Marx, indaga sobre los obstáculos que le impidieron comprender mejor a Simón Bolívar y a la historia latinoamericana, a pesar de haber roto con el europeísmo. Este texto también resulta sugerente y sugestivo.

Eurocomunismo y socialdemocracia

Por esos años, la izquierda en México recibe el impacto de la izquierda moderada europea (principalmente del eurocomunismo de Italia, Francia y España pero también de la socialdemocracia), en crisis por sus frustraciones electorales.
En el grupo de Aricó y Portantiero comienza a ganar rápidamente terreno el rechazo de toda opción radical. Moderación creciente acompañada por el distanciamiento de la otrora admirada Cuba.
Aunque Burgos se permite algunas pocas observaciones críticas, su investigación se mimetiza con su objeto de estudio y termina siendo condescendiente con este viraje político. Tratando de rechazar las impugnaciones que Pablo González Casanova, Atilio Borón, James Petras, Agustín Cueva y otros destacados cientistas sociales realizaron frente a esa impactante mutación política, Burgos intenta amalgamar procesos sumamente distintos.
Por ejemplo, asimila la reevaluación sobre Marx y Mariátegui con la conversión socialdemócrata. Como si de esos libros de Aricó —originales en el plano analítico— se dedujera… el apoyo entusiasta a Felipe González o Raúl Alfonsín.

Las Malvinas y la dictadura militar

La reflexión teórica de alto vuelto sobre Marx, Mariátegui y el socialismo latinoamericano no tuvo equivalencia cuando se trataba de cuestiones políticas más mundanas.
Así lo corroboró León Rozitchner en su libro Las Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia” (Caracas, 1982) donde crítica sin piedad el fervor con que el grupo de Aricó y Portantiero apoyó desde México la guerra de Malvinas. Años más tarde, en la revista Punto de vista (N°28, 1986), Emilio de Ipola, uno de los miembros del grupo de Aricó, reconoció que la crítica de Rozitchner era justa.
Rozitchner permite observar lo que ya había sucedido en Pasado y Presente ante la derrota del EGP, el apoyo a Montoneros y otras mutaciones similares: la falta de autocrítica. Rozitchner afirmó: “Un intelectual tendría que dar cuenta de sus tránsitos y sus desvíos, para que comprendamos sus nuevas propuestas. Si lo explicara, ayudaría a comprender un poco mejor en qué estamos, y podría ayudarnos también a comprender nuestras propias dificultades en el pasado, como quizás comprender también las suyas”. Aunque Burgos termina cediendo a la historia oficial del grupo, no deja de reconocer la justeza de esa crítica.

Alfonsín, la «obediencia debida» y el
«punto final» para los militares genocidas

Burgos trata de defender la nueva moderación política del grupo postulando un supuesto descubrimiento teórico: la “cuestión democrática”. Se abre entonces el interrogante: ¿es posible conjugar democracia y socialismo?
La izquierda radical cree que sí, pero con la condición de no sacrificar el socialismo en el altar de los capitalismos periféricos. En sociedades como la Argentina, luego de la retirada ordenada de los dictadores militares derrotados en Malvinas, las instituciones políticas emergieron completamente subordinadas a la lógica neoliberal. El acuerdo entre los viejos partidos tradicionales y los militares fue su garantía.

Desconociendo esas debilidades estructurales de nuestra democracia, el grupo de Pasado y Presente (transformado al regreso del exilio en Club de Cultura Socialista) construyó diversos relatos legitimantes. Postuló un supuesto “pacto democrático” (basado en el puro consenso y en un pretendido “contrato”) cuando en realidad lo que existió en los países del cono sur latinoamericano fue una imposición de fuerza que instaló el modelo neoliberal a sangre y fuego. La supervivencia de ese modelo no ha sido producto de ningún “contrato”. Gran parte de las falencias estructurales de nuestro régimen institucional —repudiadas en el cantito popular “que se vayan todos” durante la rebelión de diciembre del año 2001— son hijas no deseadas de esa gestación forzada.
Pero el Club de Cultura miró para otro lado. Se empecinó en apoyar aún más al gobierno de Alfonsín, formando parte del “grupo Esmeralda”, junto con otros consejeros presidenciales. Y en esa actitud se jugaron a fondo avalando incluso las leyes de «obediencia debida» y «punto final» que garantizaron la impunidad para los crímenes militares y el genocidio contra nuestro pueblo. Coherentemente, algunos miembros del Club terminaron decretando, a espaldas de lo mejor que produjeron en su juventud, el supuesto “declive” de Antonio Gramsci…

Beneficio de inventario y nuevos desafíos

Una década y media después de la muerte de Aricó, se torna necesario hacer un balance. El libro de Burgos puede ayudar, aunque quizás sea demasiado apologético.

La distancia transcurrida permite un beneficio de inventario con aquel Aricó de la vejez que archivó la rebeldía juvenil y la originalidad gramsciana en aras de la “gobernabilidad” y los fantasmagóricos “pactos institucionales”.
Aunque ese Aricó sea hoy totalmente discutible y olvidable, existen enseñanzas de su juventud que siguen palpitando: su actitud mental, su modo de ubicarse en el mundo de la política, la cultura y el campo intelectual.
Aprendiendo del joven Aricó, que reflexionó contra las normas y jerarquías instituidas, las nuevas generaciones tienen el desafío de pensar a contramano de la sociedad oficial. Estudiar, como aquellos jóvenes brillantes de Pasado y Presente y La Rosa Blindada, no para tener un título o curriculum ni publicar para ganar plata, sino para cambiar el mundo. Dejar de estar pendientes de la palmadita en la espalda de los que tienen prestigio y carné social. No esperar el permiso de las Academias, los grandes monopolios de la comunicación o las fundaciones para vincularse orgánicamente con las clases explotadas y subalternas y sus nuevas experiencias de rebeldía. En Argentina principalmente con las vertientes radicales del movimiento piquetero, el sindicalismo crítico de la burocracia sindical o las fábricas recuperadas por los trabajadores. Allí está el rumbo para las nuevas camadas de gramscianos y gramscianas de nuestros días, críticos tanto del progresismo liberal como del nacional-populismo.

Aunque eso genere incomodidad, disgusto, desprecio, sorna, ironía o hasta indiferencia en los apellidos consagrados del mundillo intelectual. Estamos seguros que el joven Pancho Aricó compartiría esta opinión y se entusiasmaría como un loco ante los desafíos que nuestra sociedad presenta a las nuevas generaciones que se inspiran en Antonio Gramsci.

Notas:

(1) Una prueba conclusiva de esta afirmación está constituida por los siguientes fragmentos, sumamente expresivos de Aricó e injustamente olvidados por la historiografía oficial del Club de Cultura Socialista (a pesar de lo exhaustivo de Los gramscianos argentinos de Raúl Burgos, en ese libro ni siquiera se los menciona). En ese texto de Aricó aparece nuevamente el paralelo entre los sus grandes amores de juventud: el Che Guevara (a quien conoció personalmente en La Habana) y Antonio Gramsci. Está fechado en México, el 8 de octubre de 1977 y sirvió como prólogo a una antología de Guevara El socialismo y el hombre nuevo realizada por el gramsciano argentino. Allí afirma Aricó: “Queremos reivindicar la figura de un dirigente revolucionario, poseedor de una experiencia no por breve menos rica, de un conocimiento de la teoría no por heterodoxa menos profunda, de una ética no por utópica menos realizable. Queremos mostrar que en su etapa de revolucionario «constructivo» de la nueva sociedad, Guevara supo partir de una concepción clara de lo que se debía y podía lograr y de un conocimiento adecuado de los medios a los que era preciso apelar para conquistarlo. Es posible que sea aún prematuro pensar en la reconstrucción científica y no apologética del pensamiento de Guevara, y que resulte inevitable la etapa presente de exaltación de su ejemplo, de su intransigencia revolucionaria, de sus esperanzas en un hombre nuevo. Es demasiado profundo el sacudimiento que provocó su presencia en la conciencia de los latinoamericanos y de todos los oprimidos del mundo como para que pueda abrirse paso con facilidad el juicio ponderado y justo de la validez de su acción y de su pensamiento. Pero debemos reconocer que ésta sigue siendo una deuda que todos tenemos con él y con la revolución latinoamericana. Porque no se trata simplemente de ajustar cuentas con un pasado, de arribar a un juicio histórico que nos permita explicar, sin mentirnos a nosotros mismos, el sentido de todo lo que ocurrió. El Che murió defendiendo la causa de los explotados y de los oprimidos de este continente y del mundo entero, sacrificó su vida en la realización de un proyecto de nueva sociedad que aún debe ser conquistado. Comprender su pensamiento y acción es también analizar los problemas que hace aflorar la revolución aquí y en el mundo, reconocer las dificultades que debe sortear el socialismo para ser real y no formal. En un momento de crisis y de perplejidades, el rescate del Che representa una toma de partido que divide tajantemente las aguas, que define claramente los campos. Adoptar el partido del Che significa reafirmarse en la convicción de que el socialismo y el hombre nuevo siguen siendo objetivos realizables, por los que vale la pena la lucha y el sacrificio. Cuando se quiere identificar al socialismo con la barbarie y se descree de la capacidad de los hombres de liberarse de las lacras del capitalismo para alcanzar una sociedad sin clases, igualitaria y libre, el pensamiento del Che se revela como el antídoto de la decepción, como esa sabia conjunción de pesimismo de la conciencia y de optimismo de la voluntad que reivindicaba Gramsci como lema de todo revolucionario cabal. Frente a la socialdemocratización que amenaza disgregar la esperanza socialista en el mundo y empantanarla en una realpolitik devoradora, el ejemplo del guerrillero heroico, del «compañero ministro», del internacionalista sin prejuicios ni chovinismos, del comunista integral, seguirá siendo por muchos años un patrimonio a defender”.

Film “Jose Arico: la ultima entrevista” (1 hs,15 minutos)