Balance político de la insurgencia colombiana en medio de los debates latinoamericanos sobre las vías de la revolución pendiente en el continente.
Al pueblo colombiano:
Culmina otro año vergonzoso para los colombianos caracterizado como nunca por una sucesión de crímenes, corrupción y gravísimos escándalos en las más altas esferas del poder. Un año que será recordado por la infame cadena de asesinatos, violencia y terror cometidos por la fuerza pública contra nuestro pueblo, lo que ratifica una verdad que hemos gritado ante el mundo entero desde hace más de 40 años: en Colombia hay un régimen de terrorismo de Estado.
No obstante, este 2008 también será recordado como el año en que se fue descorriendo el velo del inmenso y engañoso fraude que han significado los 6 años del gobierno fascista encabezado por el dictador Álvaro Uribe Vélez; porque fue un fraude su reelección alcanzada con engaños, sobornos, truculencias y traiciones; fue un fraude su promesa de acabar con el paramilitarismo que, por el contrario, creció y mostró que sus tentáculos y ramificaciones llegaron a dominar no solo organismos de inteligencia como el Das, sino que alcanzaron la propia casa de Nariño; fue un fraude su política de acabar con la corrupción y la politiquería, pues no conoce la historia de Colombia administración más corrupta que la actual. Pasaron los años y este congreso será recordado en la posteridad como un parlamento, (con honrosas excepciones de la oposición) plagado de delincuentes confesos, mafiosos, componenderos y paramilitares con las manos tintas en sangre de compatriotas.
Fue un fraude su política anti drogas, pues en estos años aumentó la producción de cocaína y se develó con meridiana claridad que los paramilitares son una mafia del narcotráfico nunca combatida por las fuerzas militares, que contaron y cuentan con la protección oficial y que en nefanda alianza asesinaron sin compasión a millares de inocentes en campos y poblados. Fue un fraude su proclamada victoria contra la insurgencia. Las abultadas cifras de muertos engañosamente presentadas a la opinión como pruebas de los pretendidos triunfos contra la guerrilla alcanzados por sus falsos “héroes,” devinieron de la horrenda masacre de miles de humildes compatriotas, asesinados en un festín de muerte, llegando al extremo de legalizar cadáveres y crear carteles para cobrar recompensas por ellos, o, en su degradación moral, utilizarlos para obtener un permiso o una licencia de vacaciones. Tras la hipócrita denominación de “falsos positivos” lo que se esconde no es más que un nauseabundo y espantoso crimen de lesa humanidad contra los colombianos que apenas da una idea de la honda dimensión de un genocidio ejecutado sistemáticamente durante décadas por la fuerza pública contra nuestro pueblo y que reclama no destituciones compensadas con embajadas, sino condenas penales ejemplarizantes. Proponer, como lo hizo Uribe, que en las Unidades militares se reciban las denuncias sobre violación de los DD.HH., es como si Hitler le hubiera pedido a las SS que recibieran las quejas de los abusos cometidos por la Gestapo.
Esta engañosa salida no es más que otra estafa al dolor de miles de colombianos que claman por conocer la verdad, sobre la suerte corrida por sus familiares asesinados a manos de las Fuerzas Militares del régimen. Lo que el Gobierno pretende es eludir la cuestión fundamental de todo este drama y no responder qué pasó realmente con el asesinato de miles de nuestros compatriotas, ni por qué fueron retirados 27 altos mandos militares incluidos varios generales, a tiempo que otros renunciaron incluyendo al comandante del ejército. El qué, el cómo, el cuándo y el por qué de toda esta tragedia, son preguntas que aún están sin respuesta.
No puede ser casual ni coyuntural una crisis que se repite cíclicamente y por años. Estamos ante la evidencia de un hecho denunciado y negado mil veces. Escándalos que se tapan con otros escándalos producto de crímenes y de masacres: Mapiripán, La Rochela, El Aro, San José de Apartado, Urabá, El Naya, Jamundí, Guaitarilla, Cajamarca son nombres ligados ya por la memoria colectiva a otras tantas tragedias y a los nombres de generales como Rito Alejo del Río, Uscátegui, Manosalva, Montoya, Yanine, Iván Ramírez, Bedoya Pizarro, Mora Rangel, Ospina y al mismo presidente Uribe. El velo de las mentiras se está corriendo y más temprano que tarde brillará la verdad plena, para bien de la Patria.
Es la concepción mafiosa de la Seguridad Nacional y del Estado, la que está en entredicho. Es la legitimidad de unas Fuerzas Militares, que reclaman el monopolio de las armas de la República y se valen de ellas para mancillarlas y para asesinar a su propio pueblo, lo que está en juego. Es la propia legitimidad del Estado la que está cuestionada porque detrás de la mentirosa retórica de la mal llamada “Seguridad Democrática” lo que se esconde es la guerra sucia contra el pueblo: el terrorismo del Estado. Está comprobado que las Fuerzas Militares actuando conjuntamente con los paramilitares han desplazado a mas de 4 millones de personas, desaparecido a más de 25 mil compatriotas, lanzando sus cuerpos a los ríos, convirtiendo a estos en cementerios sin tumbas, o en ocasiones arrojando vivas a sus víctimas a las fauces de cebados cocodrilos, como solían hacerlo en la hacienda de Miky Ramírez en Bolívar y en la hacienda “Villa Sandra”, en Puerto Asís (Putumayo). En los últimos 5 años, han asesinado a más de 1.800 indígenas y 2.570 sindicalistas.
Las confesiones de los jefes paramilitares sobre sus espeluznantes matanzas, de sus estrechas relaciones y su financiamiento por parte de empresas nacionales y multinacionales sorprendieron al país nacional, pero no al establecimiento. Empresas como Postobón, Bavaria, Coca-Cola, Carbones del Caribe, Brasilia, Copetran, Vikingos, Palmicultores del Magdalena, Cafeteros de la Sierra Nevada, Carboneras del Cesar, Ecopetrol, Prodeco, Pizano, Maderas del Darién; Maderas de la Cuenca del río Truandó, Transportadores de Carbón del Monte, Bancol, Drumond, Hyundai, Corcel, Club Vacacional Mendihuaca, Caribbean Resort, algunos contratistas de Gases del Caribe, Chiquita Brands (le regaló 3.000 fusiles a los paramilitares), Dole, Probán, Unibán y Sociedad Emilia Hazbún y Cia., han utilizado al paramilitarismo para imponer relaciones laborales precapitalistas y en otros casos, para realizar sus grandes proyectos arrasando por completo con pueblos de pobres y de indígenas como sucedió en la Sierra Nevada de Santa Marta, para la construcción de la represa sobre el río Bessote; la represa de Urrá en Córdoba, donde sin contemplación desalojaron a todos los Embera katíos; y en Urabá, para el desarrollo de los proyectos de palma africana y banano, donde el mismo paramilitar H.H. reconoció sin rubor, haber asesinado a más 3.000 personas.
El monstruo de la narco-para-política se tomó a Colombia y compromete a toda la cúpula del Estado, empezando por el propio Uribe cabecilla principal del paramilitarismo, al Vicepresidente Francisco Santos inspirador del “Bloque Capital”, a la Comandancia del Ejército y de la Policía (los Montoyas, los Padillas y los Naranjos), al ministro de defensa Juan Manuel Santos (que conspiró con Carlos Castaño), al exjefe del Das Jorge Noguera y a más del 35 por ciento del Congreso. Este régimen terrorista del gran capital y del latifundio genera una profunda corrupción. Nunca antes las instituciones se habían enlodado tanto por descender tan bajo, ni tampoco la delincuencia organizada había subido tan alto, al punto, que la augusta Casa de Nariño conocida históricamente como residencia presidencial y sede del gobierno de turno, ha sido convertida por el presidente Uribe en algo así como el “Basurero de doña Juana”, de cuyo fondo emanan tóxicos y pestilencias que a diario envenenan el organismo de la Nación y contaminan el ambiente más allá de las frontera patrias. Porque todo en este gobierno hiede. Como el inmoral caso de la Yidis política, que estremeció al país cuando se conoció que la aprobación de la primera reelección en el Congreso, fue producto del pago en prebendas a Yidis Medina y Teodolindo Avendaño por parte de los Ministros de la Protección Social e Interior, Diego Palacios Betancourt y Sabas Pretelt respectivamente y que hoy se repite agigantada, la inmoralidad que pretende una repudiable segunda reelección de Uribe, sostenida sobre trampas, narco-dineros, sobornos y engaños a la población.
El derrumbe de las pirámides, de las que hace parte la familia presidencial y cuyos costos tratan de descargar sobre los hombros de la gente humilde, es otra muestra del engaño, la corrupción y las componendas de la narcotizada clase política colombiana. Todo esto acontece en medio de una crítica situación social deteriorada al extremo por la Reforma Laboral uribista que cercenó las conquistas obtenidas por los trabajadores tras años de intensas luchas y que generalizó el esclavista sistema de las Cooperativas de Empleo para explotar más a los obreros y empleados, situación afectada también porque una buena cantidad de hospitales han sido cerrados, muchas universidades públicas están sin presupuesto y otras paramilitarizadas, las empresas estatales más rentables fueron entregadas a precio de ganga al capital trasnacional (sobre todo gringo y español), el desempleo sigue su línea ascendente, los salarios son bajos y la depauperización permanente, el déficit de vivienda aumenta, la cobertura social del sistema de salud es absolutamente precaria, las insuficiencias educativas son crecientes, gran porcentaje de los municipios del país carecen de agua potable, el arrasamiento del equilibrio ecológico presagia catástrofes, los damnificados de la violencia se sumen en el olvido oficial, se mantiene la desnutrición secular de franjas importantes de la niñez colombiana, todo esto como manifestaciones de la política de un estado y de una oligarquía voraz, que solo piensa en su chequera y que como si fuera poco pretende comprometer al país en un oneroso e inaceptable tratado comercial (TLC) con los Estados Unidos. Y mientras campea esa miseria social, el Gobierno colombiano gasta anualmente 22. 21 billones de pesos, un 6,5 por ciento del producto interno bruto (PIB) que asciende a 351,2 billones de pesos. Si el Estado destinara a educación y salud el total del gasto militar, con ese dinero podrían construirse 3.666 escuelas y 220 hospitales de tercer y cuarto nivel.
Pero no, todas las llaves que puedan conducir al mejor estar del pueblo están cerradas, el único grifo que dejan abierto para que el pueblo lo utilice hasta saciarse, es el de la muerte. A tal despilfarro militar se suman los cerca de 10 mil millones de dólares gastados por el gobierno de los Estados Unidos durante los últimos 6 años en su guerra contra el pueblo colombiano a través del imperial, inútil y fracasado Plan Colombia, porque la verdad es que nuestra soberanía está completamente deshilachada, ya que la injerencia norteamericana es cada vez más grande y mayor la sumisión de Uribe, a quien el imperio le designó en Latinoamérica el mismo papel de Caín que juega Israel en el Medio Oriente. Por ello conspira y provoca buscando desestabilizar los gobiernos de Chávez y Correa.
Vale recordar que el capitalismo mundial vive su peor crisis en muchos años y que los efectos del colapso neoliberal y del capitalismo salvaje atropellan a millones de seres humanos y al mundo, sin que el sistema vislumbre en su horizonte ninguna perspectiva para superarlo, aunque en los Estados Unidos hayan elegido como Presidente a Barack Obama, quien a pesar de las expectativas que ha generado, difícilmente podrá colmar las esperanzas que muchos han depositado en el. Sólo la iniciativa creadora de los pueblos y sus luchas pueden corregir el rumbo del actual caos, y el Socialismo se yergue otra vez, como el único que puede humanizar el planeta y enrumbar a la sociedad por caminos de paz, igualdad, justicia, desarrollo, bienestar y felicidad social. Es la enseñanza que surge de los procesos en marcha bajo el influjo actuante de las mayorías, en el Viejo Mundo, en nuestra América y en el Caribe.
En este gran contexto nacional y mundial germinan fundadas razones para el optimismo. Se levantan con inagotable fuerza, grandes manifestaciones sociales de campesinos, trabajadores, indígenas, estudiantes, del movimiento popular y de las fuerzas democráticas, como esa formidable corriente de opinión que constituyen los “Colombianos por la paz”. A todos ellos desde aquí, nuestro saludo combativo colmado del irrevocable compromiso por la solución política, hacia una verdadera paz con justicia social. En esta gesta heroica, los mandos y combatientes de las FARC-EP estaremos, como desde Marquetalia, acompañando al pueblo en sus más altos empeños hasta alcanzar la Nueva Colombia, porque los farianos nos nutrimos e inspiramos de las invencibles luchas de nuestro pueblo, de las certezas que nos han acompañado durante 44 años de lucha revolucionaria, del ejemplo y sacrificio de Raúl, Iván, Felipe, Camilo, Dago y tantos otros caídos y especialmente del ejemplo y enseñanzas del invencible y legendario conductor de guerrillas, Comandante en Jefe, Manuel Marulanda Vélez.
Saludamos y les manifestamos nuestra solidaridad militante en las cárceles del régimen a los guerrilleros y a todos los presos políticos, a Sonia, Simón e Iván Vargas, a todos les reiteramos que no cejaremos la lucha por cristalizar un Acuerdo Humanitario. Saludamos a los guerrilleros y guerrilleras de las FARC-EP, a las Milicias Bolivarianas, Partido Clandestino, Movimiento Bolivariano, otras organizaciones revolucionarias, organizaciones de masas, fuerzas democráticas, a nuestros simpatizantes y amigos los alentamos a redoblar esfuerzos. Los colombianos no podemos tener como destino las actuales desgracias, porque el futuro nos pertenece es que debemos labrarlo desde siempre, y eso solo será posible mediante la unidad y la convergencia del esfuerzo colectivo.
Al pueblo colombiano le proponemos trabajar por un nuevo Gobierno, Patriótico, Democrático, Bolivariano con rumbo al Socialismo, que desarrolle la Plataforma Bolivariana, trabaje por una constituyente que sea respetada en sus decisiones, representativa de todos los sectores de muestra nacionalidad, que aborde los temas vedados a la constituyente de 1991 y así cimentar sobre sus bases la paz democrática que anhelamos la enorme mayoría de los colombianos.
En Bolívar nos encontramos todos
Honor y gloria a nuestros combatientes caídos!
Hasta la victoria siempre!
Hemos jurado vencer y venceremos!
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP.
Montañas de Colombia, Diciembre 22 del 2008.