En esta carta pública Narciso Isa Conde (República Dominicana) saluda la carta de los comandantes de las FARC-EP e interviene en el actual debate político latinoamericano donde también han intervenido intelectuales y dirigentes políticos de Venezuela, Cuba, Estados Unidos, Colombia y muchos otros países.
Apreciados camaradas:
Todavía con la emoción en la punta de dedos y en los latidos del corazón, provocada por la lectura de su hermosa y sustanciosa Carta a nuestros hermanos de lucha, me dirijo a ustedes y a toda la digna y justa rebeldía que representan- no para agradecerles el reconocimiento de lo que para mí ha sido el cumplimiento de un deber, sino y sobre todo- para expresarle mi profunda gratitud por la firmeza de principios y convicciones contenidas en ese texto ejemplar cargado de una enorme lealtad a los símbolos y contenidos de nuestras luchas libertarias.
El revolucionario de verdad no se mide por los hierros que posea y emplee; por la condición o no de guerrillero(a), por su actitud circunstancial respecto a la insurgencia armada.
Si el hábito no hace el monje, menos aun el medio empleado o a emplear define a los seres humanos consagrados a la causa de la libertad, la democracia y el socialismo.
Nunca me ha caracterizado por ser un cultor de las armas y de la violencia. Siempre he considerado que las diversas formas de violencia y modalidades de lucha armada en el caso de los luchadores(as) por la transformación de estas sociedades injustas- han sido y son recursos forzados por el carácter violento de la dominación.
Muchas veces circunstancias ajenas a su voluntad obligan a una parte de las fuerzas transformadoras a involucrarse en el duro, riesgoso y doloroso capítulo de la guerra revolucionaria.
No se trata de seres superiores, pero sí de revolucionarios y personas del pueblo con una especial capacidad de sacrificio, vocación militar y conciencia de esa necesidad.
No son ni los(as) más ni los únicos(as) revolucionarios(as), pero si son componentes importantísimos para el logro de las metas propuestas en circunstancias en que el monopolio de las armas es de la clase dominante y lo emplea brutalmente para impedir los cambios trascendentes y reproducir constantemente todas las formas de opresión y violencia desde el poder. Ese ha sido -y es- el caso de los y las integrantes de la insurgencia colombiana, desde hace décadas enfrentados (as) a formas extremadamente crueles de dominación y gobierno.
Nadie, por supuesto -ni en Colombia ni en ninguna parte del mundo- debe ser menospreciado ni descalificado por no tomar el camino de las armas, dado que en no pocos casos no hacerlo también requiere de una altísima dosis de valor, de conciencia de la necesidad de otros roles revolucionarios y aceptación incluso de riesgo mayores.
Este tema no resiste contraposiciones simplistas, ni es eso lo que hoy esta en discusión a propósito de la situación en Colombia y en nuestra América.
LOS TEMAS DE ESTE DEBATE
Los temas en debate son:
· La razón o no de ser de la confrontación armada en Colombia.
· La pertinencia o no, la justeza o no, de la condena unilateral a las FARC-EP por recurrir a la captura prolongada de prisioneros o enemigos(as) políticos involucrados(as) en la guerra sucia y el terrorismo mediático en su contra; en circunstancias de predominio del terrorismo de Estado, del para-militarismo bestial, del corporativismo facistoide, de un narco-estado sumamente agresivo y de un intenso y ascendente despliegue de una guerra de baja y mediana intensidad, auspiciada (y con participación directa) del imperialismo yanqui, del sionismo judío y toda la ultraderecha mundial.
· La conveniencia o no del pedido unilateral a las FARC para que ponga en libertad a todos los retenidos(as) a cambio de nada
· La validez o no del criterio que considera a las FARC y sus métodos como excusa, pretexto o motivo real del estado de guerra y de la violencia estatal y para-estatal intensificada por el régimen de Uribe a niveles realmente grotescos.
· La certeza o no de los planteamientos para que en tales circunstancias las FARC abandonen la lucha armada y pacten la participación en la vida legal; o que, sin deponer por el momento las armas, negocien con el gobierno de Uribe una salida pacífica, aceptando mediaciones previamente acordadas.
· Lo acertado o no de la posición, que en este periodo y desde posturas de izquierda, propugna por la clausura de la lucha armada en todo el continente. Esto es, la valoración de la insurgencia armada como recurso fuera de época acompañado de un sobre-valoración del recurso electoral.
· La validez o no del silencio y/o indiferencia frente a las atrocidades y la crisis generada por el régimen de Uribe. La conveniencia del elogio y/o el trato suave a este engendro político-militar.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
Sobre estos temas he escrito en otras oportunidades. Pero como al parecer todavía estamos frente a una especie de dialogo de sordos, aprovecho la oportunidad que nos brinda la vibrante carta de ustedes para tratar de hablar en un tono más alto; con la esperanza de ser escuchado por quienes, por su respetables trayectorias, méritos inconmensurables y capacidad de entendimiento, podrían comprender en alguna medida nuestras inquietudes, más allá de las razones de Estado, de las maniobras diplomáticas inmediatas o de las convicciones íntimas que coincidan en apreciar que éstos son tiempos solo para ciertas reformas avanzadas, no para verdaderas revoluciones.
La verdad es que la permanencia de sesenta años de rebeldía armada y cuarenta y tres años de FARC no hubieran sido posibles sin causas imperiosas que la motiven. No voy volver a repetir aquí todos los datos, indicadores, hechos, atrocidades y realidades estructurales, que demuestran que esas causas se han multiplicado y que todos los intentos por alcanzar la paz anhelada, sin previamente desplazar del gobierno y de importantes mecanismos de poder a sus autores y beneficiarios, han fracasado.
No entiendo en absoluto como desde posiciones revolucionarias y conductas éticas irreprochables, en una situación como esa, pueda sostenerse como cuestión de principio la sustitución del canje humanitario de prisioneros(as) por la sugerencia, a veces cuasi exigencia, de que las FARC entreguen los prisioneros que retienen, sin que el régimen de Uribe ponga en libertad a nadie.
¿Por qué solo hablar de los rehenes y secuestrados(as) de las FARC que por demás han recibido un trato adecuado- silenciando los horrores del uribismo en materia de secuestros, desapariciones, torturas, descuartizamientos y crueldades carcelarias?
¿Por qué hacerlo así, aun se entienda que pudo haber un serio error político en lo de Ingrid Betancourt o en cualquier otro caso puntual?
¿Por qué proceder de esa manera dentro de un orden mediático y un sistema jurídico político capaz convertir en gran espectáculos un sensible caso de retención por seis años de una política de alcurnia oligárquica y de silenciar a la vez millones de casos de mujeres y niñas torturadas, bombardeadas, desplazadas, mutiladas, violadas, vejadas y apresadas por largos periodos?
Creo válido insistir en que las fuerzas revolucionarias, aun en las duras condiciones de la guerra, deben cuidarse de incurrir en tratos inhumanos y entender la necesidad de establecer una ética invulnerable a las críticas en materia de sensibilidad humana.
Pero en verdad la reacción crítica de no pocos dirigentes y sectores de izquierda, conocedores de los rigores de esa lucha y de la perversidad del enemigo, ha sido unilateral y desproporcionada contra las FARC, llegando a veces a hacerse eco de los pérfidos calificativos y falsas valoraciones difundidas por las derechas.
Igual no pocos de los que plantean las cosas así, proceden en forma similar frente a los presos de los partidos revolucionarios y de los movimientos sociales en Perú, Argentina, Chile ignorando su existencia.
Tampoco entiendo como personas que se dicen de izquierda y/o progresistas hacen suyos los argumentos del régimen de Uribe y de los halcones de Washington contra las FARC y la insurgencia colombiana , de la gran prensa, de las cadenas estadounidenses; y no dicen nada, o dicen muy poco, de la naturaleza del Estado y el régimen colombiano, de su carácter terrorista, de sus perfiles facistoides, de sus crímenes y masacres, de su crisis narco-paramilitar, de la tutela del Pentágono sobre sus fuerzas militares, de la dureza de sus métodos, de los desplazamientos masivos al campo, de de los asesinos de las motosierras, del millón de chivatos, sapos o calieses a sueldos, de los bombardeos contra la población civil, de la cadena de bases militares, sistemas de espionajes satélites, aviones espías, bombas inteligentes….
No entiendo su silencio o su bajo perfil frente al Plan Colombia-Iniciativa Andina, frente al Plan Patriota y frente planes tenebrosos de la CIA y la MOSAD.
No se de donde otros pueden sacar la idea de que si las FARC dejan de luchar con las armas, el Estado narco-paraterrorista de Colombia perdería su razón de ser, se trasformaría, se democratizaría y los planes del Pentágono de conquista de la Amazonía desaparecerían por arte de magia.
No sé. No sé. No sé.
Las FARC y toda la insurgencia colombiana han pagado un alto costo en vidas en sus esfuerzos de paz y por sus iniciativas en favor de la humanización del conflicto. Pero a veces pareciera que es la derecha guerrerista colombiana y el gobierno de EU son quienes realmente quieren la paz y los movimientos políticos-militares son quienes la boicotean. El absurdo al cubo.
Es como para no entender nada
A las FARC se le pide, se le exige, se le condena. Y a Uribe se le trata con guante de seda, como supuesto representante de un Estado democrático; al extremo de que ningún gobierno del mundo, ni la propia CRUZ ROJA, se indigna por la usurpación con fines militares de esos símbolos de socorro y paz.
Definitivamente hay que reconocer los grandes éxitos de la dictadura y del terrorismo mediáticos al servicio de la globalización neoliberal, de las corporaciones y del imperialismo: no solo han logrado moldear la conciencia de las derechas, sino que también han convertido una buena parte de sus argumentos en posiciones del centro-izquierda y de una parte importante de las izquierdas.
LAS ARMAS EN LA HISTORIA Y EN LOS CAMBIOS.
Las armas, ya en manos de militares patriotas y revolucionarios, ya en manos de movimientos políticos-militares y de sectores del pueblo, son tan necesarias para los cambios revolucionarios y para los procesos autodeterminados y las izquierdas transformadoras, como lo son al dominio y los planes de opresión y conquista de las oligarquías y del imperialismo. Esto ha sido y es así en la historia y el presente.
Entre los déficit de procesos de reformas avanzadas como el ecuatoriano, el boliviano hay que contar las desventajas en la correlación de fuerza militar y la naturaleza de las fuerzas militares que lo apoyan. Eso pasó en el Chile de Allende.
En el caso venezolano también hay que ponderar la naturaleza de una parte de las fuerzas militares que lo apoya, demasiado proclives a los privilegios y resistentes al nuevo socialismo, a diferencia de otra consistentemente revolucionaria Y todavía se siente el temor de armar al pueblo para defender el proceso amenazado por el imperio.
Los caminos de los grandes cambios ciertamente son inéditos y originales, combinaciones de rutas y vías de modalidades y medios de lucha, pero en todos los casos el triunfo definitivo de las fuerzas transformadoras deberá contar con fuerzas sociales civiles y con fuerzas militares capaces de respaldar los cambios.
¿A DONDE PUEDE LLEVAR EL DESARME UNILATERAL de las fuerzas del cambio?
¿Qué sentido tiene entonces desarmar lo que se ha logrado armar en el campo revolucionario?
Si Cuba se desarma y desiste de poner en práctica la guerra de todo el pueblo en caso de agresión, se jode.
Si el proceso bolivariano de Venezuela pierde apoyo militar y desiste de la guerra asimétrica, se jode.
Entonces, ¿por qué sugerirle a los revolucionarios(as) colombianos(as) que negocien con Uribe para abandonar la lucha armada y pasar a la legalidad controlada por un régimen y un sistema ducho en perversidades y crímenes?
¿Por qué concentrarse en el ataque a los métodos de la insurgencia?
La paz en Colombia pasa ahora por la derrota del régimen de Uribe y el desmonte de ese Estado narco-para-terrorista tutelado por EEUU.
Pasa por la salida de las tropas yanquis, los medios sofisticados de guerra y represión, y los asesores del Pentágono y el ejército israelí.
Y eso precisa de los avances y la victoria una gran confluencia de fuerzas alternativas, sin exclusión de las FARC y del ELN como organizaciones políticas-militares.
EL DAÑO MAYOR
Pienso que el daño mayor que hace esta manera inconsistente, y en algunos casos oportunistas, de encarar el problema colombiano y regional, no afecta ni afectará fundamentalmente a la insurgencia armada de ese país, acostumbrada a estas inconsecuencias, aislamientos y dificultades por más de cuarenta años.
Ustedes tienen demasiada firmeza y muchas raíces propias como para dejarse amilanar por ciertos reveses y por políticas y decisiones de Estado, que ahora lamentablemente proceden de sectores de izquierda condicionados por razones gubernamentales e intereses electorales no debidamente manejados y decantados.
El daño mayor se le está haciendo a la posibilidad del cambio político en Colombia, a la posibilidad y necesidad de aprovechar la crisis que estremece el régimen de Uribe (escándalo para-política, condena del tribunal supremo, descrédito interno, auge de las luchas sociales ), para desplazar ese engendro político y abrir paso a una nueva situación en la que si el canje humanitario, el diálogo a favor de una paz justa y digna, podrían tener cabida. Y de carambola al proceso continental hacia la nueva independencia y la nueva democracia.
Esa forma de tratar a Uribe y de maltratar a las FARC solo favorece a la permanencia de ese régimen oprobioso, a su perversa y erosionada continuidad, y a la política intervencionista de EU.
Pienso que hay que hacer todos los esfuerzos persuasivos para lograr rectificaciones fundamentales en el campo popular, progresista y de izquierda, que posibiliten aislar a ese régimen malvado.
COINCIDENCIA ESENCIAL DENTRO DE LA DIVERSIDAD SOLIDARIA
Quienes hemos coincidido en esta actitud posiblemente tenemos estilos, enfoques y maneras diferentes de tratar estos temas.
Todos, o una parte, posiblemente hemos podido cometer uno u otro error en el despliegue de esta polémica y en las particularidades de este trascendente debate, como también en la caracterización, motivaciones y tratamiento de las partes criticadas.
No me excluyo de esa posibilidad.
Una feliz coincidencia sí que sobresale entre nosotros(as): la crítica al silencio frente a los horrores del régimen de Uribe y al contraste en la manera de tratarlo respecto a las FARC, la consistente defensa de la condición revolucionaria y el carácter político-insurgente de la organización que ustedes representan y su valor para revolución continental.
Ninguno hemos caído en le error de descalificar a las FARC, por uno u otro método no compartido, por uno u otro error real o supuestamente cometido.
Eso explica que ustedes, a la hora de reconocimiento-por demás innecesario al tratarse de una conducta propia del deber revolucionario- mencionen, a manera de muestra, a un conjunto diverso de personas que hemos militado en diferentes corrientes de las izquierdas, con roles diferentes, con experiencias y trayectorias distintas.
En ese orden me inclino solo por hacerle otra crítica fraterna: olvidaron creo que por la poderosa fuerza inerte del patriarcado- mencionar a las compañeras que han desplegado su talento y en sensibilidad revolucionaria en esta polémica.
Obviaron a muchos otros y otras de esta familia impenitentemente solidaria, pero sería injusto pedirle que incluyeran a todos y a todas entre tantas personas y organizaciones solidarias. Los puntos suspensivos .indican la dificultad casi insalvable que motiva este tipo de injusticia menor.
Como cuento con la indeclinable firmeza marxista, leninista, guevarista, marulandista y bolivariana de ustedes cuenten siempre con mi firme solidaridad política y humana, sin desmedro de la identidad y los criterios propios.
Abrazos a todos(as), a toda la guerrillerada.
Narciso Isa Conde
19 de julio 2008, Santo Domingo, República Dominicana.